¿Por qué nos importa la osa Valentina?
Ni siquiera el infierno que se desató en el bosque Chiquitano, en Santa Cruz, el año pasado había logrado doblegar a Valentina, la osa hormiguera que sobrevivió al fuego y se convirtió en el símbolo de la fauna afectada en el desastre. Sin embargo, su vida se apagó violentamente: no hay una parte del cuerpo que no esté lastimado.
Valentina fue rescatada el 17 de septiembre en el Parque Nacional Otuquis, en San Matías, quizá la zona más devastada por los incendios de la Chiquitanía, que destruyeron 4 millones de hectáreas en las que vivían osos hormigueros, tejones, pumas, ciervos, capibaras, ocelotes, armadillos, tortugas, aves y más especies.
La osa se salvó del fuego y no estuvo entre los 2 millones de animales que murieron en los incendios. Sin embargo, su vida dio un giro: pasó de vivir en la selva comiendo hormigas, termitas y lejos de su peor depredador —el hombre—, para adaptarse a un refugio, en el biocentro Play Land Park.
No fue fácil que Valentina luche por su vida. Estuvo 10 horas en estado de coma, estaba desnutrida, deshidratada y con las patitas quemadas. Al final se aferró a la existencia: sus heridas sanaron y hasta se preparaba para volver al Otuquis. ¿Qué pasó entonces?, ¿por qué cinco meses después de salvarse está muerta y de forma violenta?
El historial de su necropsia da cuenta de hematomas en la parte externa, entre las últimas costillas, en la cavidad abdominal y hemorragia interna. Ante tales evidencias, la justicia tendrá que dar con los responsables de su protección y del maltrato, pero su partida es una llamada de atención para todos para saber cómo y dónde están los animales rescatados, y sobre todo para exigir que la tan anunciada restauración de la Chiquitanía sea una realidad, no un discurso.
La autora es editora de Metropolitana de Los Tiempos
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ