La cuenca y el cambio climático
El deslizamiento que por segunda vez afectó a Tiquipaya destruyó más de 90 casas y expulsó a casi dos centenas de familias de sus viviendas, un hecho que hacia adelante se repetirá no sólo en el cauce del río Taquiña, sino en toda la cuenca del río Rocha, donde 80 por ciento de las subcuencas tiene posibilidades de deslizamientos que afectarían a toda la zona metropolitana.
Las causas son varias; sin embargo, sobresale la erosión y desprendimiento de tierras y rocas en la parte alta por el gran volumen de lluvia en tiempo menor; es decir que llueve (por ejemplo) en tres días el volumen de dos semanas. La predicción es poco certera, dado que los periodos de retorno no responden más a ciclos históricos debido al cambio climático.
En 2018, la cuenca Taquiña fue afectada, pero varias torrenteras en la zona norte de Cochabamba y el sur también sufrieron desbordes. Las pendientes de la montaña alcanzan hasta un 20 por ciento y este hecho determina la fuerza de los deslizamientos, cuya mazamorra llega sobre conos de deyección deforestados (PNT) y ocupados por una gran cantidad de urbanizaciones no regulares.
No obstante, el Estado ha respondido como si se tratara sólo de un evento puntual y particular, previendo respuestas parche en una sola zona a través de construcción de disipadores, movimiento de tierras y puentes que no han sido pensados en el retorno y amplitud de estos fenómenos.
Reconocer que el cambio climático nos afecta, modificará los diseños y acciones de respuesta. Las actividades futuras del Estado (si le interesa) y la población, no pueden centrarse sólo en obras puntuales, sino en acciones integrales que deberían girar alrededor de la adaptación al cambio climático y la gestión territorial de cuencas (suelo-bosque-agua).
Algunas de las tareas importantes podrían ser: plan de acciones de mitigación y planes urbanísticos con instrumentos adaptados al cambio climático, nuevas y amplias franjas de seguridad, programas de reforestación, programas de reasentamientos, rehabilitación de conos de deyección (impedir más asentamientos en el PNT), estabilización de cárcavas, rediseño de puentes (actúan como tapones) y bordes, sistemas de monitoreo, sistemas de alerta temprana, entre otros.
Hacia adelante no puede pensarse más el desarrollo, la ciudad, la edificación, sin adaptar sus condiciones al calentamiento global y sus funestos efectos. Lo sucedido en Tiquipaya es apenas una de las primeras manifestaciones de este fenómeno.
El autor es Urbanista
Columnas de JUAN E. CABRERA