La corrupción y los “actos de humanidad”
HENRY GONZALO RICO GARCÍA
Hace seis meses y 20 días, la unidad de los ciudadanos logró la huida del ex presidente Morales, recuperando la esperanza de afianzar el proceso democrático iniciado el 10 de octubre de 1982 y deteriorado en el período 2010-2019.
La ilusión surgida en noviembre se fue desmoronando por las ambiciones políticas y personales de la alianza Bolivia dice No, manifiestas en la postulación de Jeanine Áñez a la presidencia.
En un Estado de derecho, no es suficiente tener legalidad emanada de la Constitución, sino, también es importante contar con legitimidad política que se desdobla en una legitimidad social. Si la legitimidad decrece, queda siempre la legalidad, pero, a corto plazo, esa legalidad termina sepultando a los gobernantes por su falta de capacidad, sinceridad y transparencia en el manejo de la cosa pública. Ese es el caso de la presidenta Áñez y de su Gobierno.
Un proceso político, como el que vivimos desde noviembre de 2019, no implica un progreso social equivalente, peor aún si la Presidenta se entera de hechos irregulares ligados a corrupción por los medios y las redes sociales, lo que pone en evidencia las deficiencias gubernamentales.
Entonces, resulta fácil deducir que las cualidades ordinarias o excepcionales de la gobernante no habían sido tales, aún después que el ministro Arturo Murillo expresara que “Dios ha sido tan sabio que ha dejado a una mujer de gran corazón a cargo del Gobierno”, glorificando así a Áñez luego de que designara a su hermana como cónsul de Bolivia en Miami por un “acto de humanidad”, además de justificar lo injustificable, meses después, sobre el uso de aviones de la FAB para trasladar a amigas de la Presidenta y del ministro Yerko Núñez, siendo así que el uso indebido de bienes del Estado es un delito ligado a la corrupción, o porque el exministro de Salud Aníbal Cruz no agradeció los servicios de su director jurídico, involucrado en el escandaloso tema de los respiradores, bajo el argumento de otro “acto de humanidad”, expresión atribuida a la Presidenta del Estado.
El Gobierno no puede persistir en su insolencia y sordera, le hace falta estrategia única que coordine la política en el sentido amplio y, al mismo tiempo, la gestión de la crisis provocada por la salida de Morales e incrementada por la pandemia. Quienes nos gobiernan no saben concentrarse en el valor sustantivo de lo que quieren decir.
Para superar esa deficiencia intelectual, sería recomendable que lean el libro Gestión Estratégica y Creación de Valor en el Sector Público, de Mark H. Moore, obra ventajosísima para saber hacia dónde orientar su labor, de qué modo enfrentarse a ciertas políticas y en qué aspectos pueden centrarse. Ese autor recomienda cambios específicos y concretos respecto a la práctica individual, sobre todo, cómo atender, que decir, como explicar y cuáles son los modos más seguros de conseguir objetivos en un terreno tan resbaladizo, como es la gestión pública.
El autor es abogado y docente en la UMSS
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