Ministerios pandémicos
Cuando el anterior Gobierno decidió crear los ministerios de Culturas y Turismo, de Deportes y de Comunicación, yo juraba que se había dado un paso importante hacia una nueva concepción de gobierno, incluso una nueva concepción de país.
Sin embargo, cuando al poco tiempo el ministerio de Culturas justificaba el museo de Orinoca y, posteriormente, la Ministra aparecía en fotitos de ferias o en entradas carnavalescas, y destinaba millones para el Dakar, mientras los artistas tronaban sus instrumentos para hacerse escuchar, comenzaron las dudas. Peor aún, cuando una de sus instalaciones serviría luego para almacenar cocteles molotov. Entonces, era evidente que lo de ministerio de Culturas, que no Cultura, no era más que una farsa. O, como certeramente lo graficaba la colega Claudia Gonzales: “Chau Ministerio de Culturas…harto fariseo se queda sin ingresos…”. Entretanto, nuestra cultura boliviana sólo sirve para afiches folklóricos.
En el caso del ministerio de Deportes, prácticamente nació muerto. Desde sus inicios fue duramente cuestionado por deportistas y dirigentes dada su tendencia politiquera que, en lugar de acortar la distancia con las federaciones y los atletas proveyéndoles recursos, acabó por minar esa delgada relación. Ni siquiera los XI Juegos Suramericanos Cochabamba 2018 sirvieron para subir en algo su calificación. De ahí que ese ministerio retomó su rol inicial: convocar a conferencias de prensa para inaugurar canchitas o aplaudir partiditos de fútbol del jefe, transmitidos por TV. Mientras tanto, Bolivia continúa ocupando –como toda la vida– los últimos lugares del tablero.
Respecto del ministerio de Comunicación, éste no fue más que el Santo Grial apetecido por todas las demás carteras, porque con él se compraba y corrompía de todo, incluido medios de comunicación y conciencias. Ni siquiera cumplía su rol de vocería del Estado. Pedirle a ese ministerio, por ejemplo, una estrategia comunicacional para mejorar la educación boliviana, era cosa de ilusos. Eso sí, su presupuesto fue el que siempre se disparó. Para muestra, este botón: de Bs 150 millones en 2018, galopó a Bs 527 millones en 2019. Qué tal.
Como ese, hay otros ministerios cuya existencia está en el limbo y acaso deberían correr parecida suerte o por lo menos ser reconducidos. Por decir alguno, el ministerio de Planificación del Desarrollo –que debería estar al frente ante esta pandemia–, el de Desarrollo Rural y Tierras, el de Desarrollo Productivo y Economía Plural, el de Medioambiente y Aguas. Puros nombres.
Que el Gobierno actual comete un terrible error –como los tantos que viene cometiendo en tan poco tiempo– al fusionarlos es muy cierto, pero eso no quita lo pésimo de lo anterior, al haberlos convertido en repartija de cargos, trofeo de oportunistas o botín publicitario.
Pregunto, si anteriormente estos ministerios no produjeron o no aportaron en absoluto a esta nueva concepción de país, por el contrario, se dedicaron a chupar recursos para beneficio de unos privilegiados ¿Vale la pena mantenerlos? Estoy seguro que no.
Sin duda, lo ideal hubiese sido transformarlos y gestionar mejor su funcionamiento para que cada uno justifique su razón de ser, pero claro, el Gobierno transitorio está pensando más en la candidatura de la jefa que en avanzar como país. Y si de ahorrar presupuesto se trata, quizás resultaría muy aplaudida la fusión salarial de la Asamblea Legislativa Plurinacional donde se gana sólo por levantar la mano u obstaculizar leyes que no vayan en la línea del partido azul, porque pensar en que les preocupa el Covid-19 y la vida de los bolivianos, es también de ingenuos.
Confío en que, como esto es “transitorio”, el siguiente Gobierno –sea cual fuere… izquierda, derecha, centro o lo que sea– los restablezca, pero con propósitos válidos, acciones transparentes y tareas útiles, que menuda falta hace a esta Bolivia pluricultural. Y pandémica.
El autor es periodista
Columnas de LUZGARDO MURUÁ PARÁ