La palabra vale más que mil imágenes
Recordemos números elementales: En el país, entre el primer Gobierno de Víctor Paz Estenssoro, que se inicia el 15 de abril del 52, y el final del Gobierno de Evo Morales Ayma (EMA), el 10 de noviembre de 2019, se han dado 34 Gobiernos con una duración promedio de 726 días.
Este promedio es el resultado de magnitudes muy diferentes, pues engloba el gobierno de EMA que tuvo 5.040 días, así como dos gobiernos que duraron cada uno un día, uno que fue de dos días y otro de 15. Eliminando estos cuatro gobiernos “atípicos”, el promedio de los 30 restantes es de 822 días. Si, por el contrario, eliminamos el atípico gobierno de EMA, el promedio de los otros 33 se reduce a 595 días. Por lo tanto, dependiendo de cómo filtramos nuestros datos, podemos tener, desde 1952, gobiernos con promedios de 822, 726 o 595 días. Esto simplemente para ilustrar que la “exactitud” de los números es relativa.
Adicionalmente, entre cualquiera de los promedios señalados, no hay tanta diferencia como la que existe entre éstos y la mediana que es de sólo 318 días. Esto indica que en los 68 años que van desde la revolución del 52 a la caída del Gobierno de EMA, hemos tenido por lo menos 16 gobiernos que duraron menos de 11 meses.
De esta manera, desde 1952, los gobiernos de menos de 318 días, es decir gobiernos cortos y muy cortos, fueron muy numerosos en el país. Estos tendieron a concentrarse en lo que podríamos denominar las tres transiciones de régimen que vivió el país. La primera, del movimientismo constitucional al barrientismo constitucional, para lo cual tuvieron que pasar tres gobiernos inconstitucionales entre el 4 de noviembre de 1964 y el 6 de agosto de 1966, con un promedio de vida de cada gobierno de 213 días. La segunda transición, del barrientismo constitucional al militarismo dictatorial que, entre el 27 de abril de 1969 y el 21 de agosto de 1971 comportó cuatro gobiernos, uno constitucional y tres de facto, con una duración promedio, cada uno, de 212 días prácticamente idéntica a la de la primera transición. La tercera transición, de lejos la más significativa, va desde la dictadura banzerista hasta la democracia, entre el 21 de julio de 1978 y el 10 de octubre de 1982, y sucedió a lo largo de 11 gobiernos de muy diversa naturaleza: Dos sangrientas dictaduras, cuatro gobiernos militares de facto, uno de ellos cruento, tres efímeras juntas de gobierno y dos gobiernos de contenidos democráticos, fruto de acuerdos políticos. La duración promedio de cada gobierno en esta transición, quizás la más importante que conoció el país, fue de solo 140 días, mucho menor a la de las dos primeras transiciones mencionadas.
El paso del régimen de EMA al próximo Gobierno constitucional no transitorio, constituye una muy difícil transición. Ésta, a diferencia de las anteriores tres que hemos mencionado, debe ejecutarse a través de un solo Gobierno y en un plazo que, en la más dilatada de las posibilidades, se preveía que no abarcaría más de nueve meses, es decir desde el 11 de noviembre del 2019 hasta el 6 de agosto del presente año.
Pero luego comenzaron los imprevistos. El 24 de enero de este año, después de reiterar urbi et orbi que no sería candidata, la mandataria se proclama como tal y el 21 de marzo se declara cuarentena total frente a la pandemia del coronavirus. Debemos también señalar como imprevistos, la forma escandalosamente clientelar en la que numerosos altos ejecutivos y autoridades nacionales se relacionaron con sus nuevas responsabilidades y el sello de ineptitud con el que muchas se desenvuelven en el Gobierno.
Los imprevistos señalados tienen efectos que resultan increíbles frente a la esperanza que despertó y que la derrota del antiguo régimen sigue generando. Por ejemplo, el instintivo deseo del Gobierno de polarizar el país entre el MAS y Juntos da una penosa continuidad a la condenable y sistemática actitud de polarizar el país que vivimos durante 14 años y cuya erradicación era la mayor ambición de la ciudadanía.
La candidatura de la Presidenta, alejada de la gobernabilidad convergente, deviene en roces inocultables dentro y entre instituciones nacionales y poderes del Estado. Ello es altamente potenciado por la emergencia sanitaria y las malas expectativas en torno a la evolución económica. Como si ello fuera poco, este platillo del diablo, se condimenta con los frecuentes cambios de altas autoridades que tuvieron que renunciar por verba racista, práctica clientelar e indicios de corrupción, cuando el mal ya estaba hecho.
El “muro de contención al evismo”, que quieren ver en la candidatura de la mandataria sus consultores o simples adláteres, parece por el contario constituir un gigantesco vaso comunicante con las peores prácticas del masismo. Adicionalmente, se presenta como muro de contención contra el coronavirus y así sucesivamente. En esas condiciones, cuando no puede contener ni a su propio Gobierno, la mandataria-candidata nos lleva a pensar que puede estar alejándose de ser Gobierno de transición y devenir en una más de las administraciones por las que tendríamos que atravesar para culminar un camino exitoso entre el evismo y el postevismo.
Como los imprevistos son parte de las transiciones que el país ha vivido y que está actualmente experimentando, si vemos las tres transiciones desde 1952 como una serie aritmética, podríamos concluir que la transición en la que estamos, comprendería 12 gobiernos y se extendería por cinco años y medio. Es decir que, de la larguísima “estabilidad” pasaríamos a una muy larga inestabilidad. Quizás no hay cuerpo ni país que, como entidad unitaria, resista una transición de esa naturaleza.
Si suponemos que las primeras tres transiciones conforman una tendencia, la misma, ajustada algebraicamente, nos señalaría que la transición por la que estamos atravesando tendría dos gobiernos y sería de poco más de año y medio (556 días). Es decir, la transición duraría hasta julio de 2021. El actual Gobierno de simple transmisión de las prácticas del anterior populismo de “izquierda” al actual populismo de derecha, daría paso a uno de equilibrio político, social e institucional que culmine la transición del evismo al postevismo, con la constitución de un Gobierno de origen democrático, procedimientos democráticos y resultados democráticos, casi un milagro.
La potencial deriva, que tiene origen en múltiples componentes, fue gatillada el día que la Presidenta abjuró su compromiso de no candidatear y luego continuó con la llegada de la pandemia al país. Los meses que se desdeñaron para conformar un Gobierno de convergencia o de emergencia y unidad nacional, pueden echar por tierra un efectivo Gobierno de transición, con lo que se abre una caja de Pandora. Esta nos muestra la posibilidad de una década perdida en el plano económico y un potencial volcán de inestabilidad en los ámbitos político y social. Por lo tanto, la palabra de legítima dignataria, hubiera valido mucho, mucho más que mil imágenes de improvisada candidata.
El autor es economista, ernesto.aranibar@gmail.com
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