Convivir con vos
Estamos saturados con noticias de la pandemia que no siempre son, pedagógicamente, las más adecuadas. La mayor cantidad de la información recibida gira en torno a lo que parecería la descripción de un partido de fútbol y, en algunos casos, el relato de una crónica roja, en imágenes y contenidos.
Como somos dependientes de una solución que no se dará en un tiempo corto y que se hará efectiva a nivel mundial, sólo tenemos como instrumento la prevención y la capacidad de respuesta inteligente para enfrentar la emergencia con la cabeza fría. Parece necesario pedir a quienes tienen la responsabilidad de dar voz a los actores cotidianos, como a quienes opinan sobre el tema, que exista una suerte de filtro de consistencia que responda a la pregunta básica, “y lo que digo y transmito, ¿de qué manera puede ayudar para ser parte de la solución?”
Hay que aprender a vivir con la pandemia, el proceso será largo y no podemos distraernos. El abrir la posibilidad de movernos en la calle –ya no importa si por necesidad o presión, y sin haber completado las campañas para generar mayor consciencia de los riesgos– puede llevarnos a una aparente normalidad mientras el virus con su letalidad sigue en medio de nosotros. El señalamiento de lo que falta no es lamento, es una invitación a mantener activas las precauciones básicas que no se han modificado y que de las que depende que el sistema de salud no colapse.
No será suficiente insistir en las cuatro exigencias imprescindibles: uso de barbijo, distanciamiento físico, higiene personal con el lavado de manos todo el tiempo, y no tocarnos la cara.
Sin embargo, hay otras conductas que se hacen necesario tener presentes. El cuidado colectivo obliga a suspender las visitas sociales, las reuniones en el barrio o los condominios, las ollas comunes sin las precauciones de bioseguridad, la automedicación que puede generar intoxicaciones con cuadros que agravarían la salud.
Estas acciones, tomando en cuenta la experiencia mundial que hemos ido aprendiendo paulatinamente y con urgencia, necesita ser complementada con las campañas de rastrillaje para la identificación de enfermos y establecer el aislamiento; la realización de test masivos sería lo ideal. Tener el virus no es un pecado ni un delito y, para ser responsables, cuando alguien lo padece, el contagio debe ser comunicado inmediatamente al entorno social para los cuidados básicos. Debemos aprender a verbalizar la necesidad, (deja ese asiento libre, no puedes acercarte tanto, no debes visitarme, los zapatos quedan fuera de la casa…).
En materia colectiva, deben fortalecerse los mercados distritales, centros de acopio barriales y estudiarse el cierre o ajuste de los megamercados públicos, convertidos en centros de cultivo y difusión de coronavirus, porque producen concentraciones y hacinamientos.
Hay varias conductas personales, familiares y sociales que también están en observación. El personal de apoyo doméstico, los centros de trabajo, el transporte público y la asistencia a lugares de servicios (bancos, supermercados, oficinas públicas y privadas) requieren sus propios protocolos por el riesgo de contagio. Como dice Carlos Cuellar, el virus ya está en las casas y para no vivir con temor o riesgo, debemos aprender a cuidarnos, individual y colectivamente.
Todo esto se cierra con la necesidad de la información como pedagogía colectiva. Todos los medios de comunicación, las autoridades y quienes generan opinión, debemos asumir una responsabilidad a la hora de comunicar, y aceptar que lo que decimos debe ser para orientar. Y volveremos a las cosas simples de la vida, ir a los parques, movernos en bicicleta, reinventarnos en lo humano y en lo social… Debemos cultivar la empatía, con quienes nos cuidan vestidos de blanco, de uniforme, con una cámara o grabadora, subidos en motos para distribuir comida o medicamentos, con quienes se dan tiempo y buscan los recursos para llegar con alimentos a donde se hace difícil por las distancias y la economía, con las autoridades que, de manera leal, cumplen con su trabajo…
Después de 104 días de emergencia sanitaria no tengo ninguna razón para suponer que el próximo tiempo será distinto. Y debemos seguir siendo “cuidadanos”, terrícolas que nos cuidamos y cuidamos a los demás.
El autor es director de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA