Preguntas dolorosas sin respuesta
¿Qué estamos haciendo mal? Algo sucede en Cochabamba y cada cual tiene su propia versión del drama. Algunos creen que volcando la mirada todo desaparece, otros buscan una y otra respuesta, pero nadie tiene certeza. Ni siquiera se puede decir si las cifras “oficiales” muestran realmente lo que se tiene en realidad.
Ya sabemos que los hospitales colapsaron al igual que la morgue. Sabemos que hay más de mil pruebas esperando ser procesadas en el laboratorio, pero todo esto parece ser sólo la punta del iceberg.
Vemos con tristeza que La Paz aumentó sus casos de manera abrupta hasta tener 600 positivos en un día y algunos dicen: “suerte que en Cochabamba no es así”. Y es verdad, es peor. Obvio que no vamos a alcanzar los 600 casos por día, porque no se tiene la capacidad de procesar tantas muestras.
Hay gente a la que ya ni le toman la prueba porque no presenta síntomas y simplemente se le pide aislarse, pero ¿cuántos lo cumplen? Mientras, es difícil saber la cantidad de personas a las que están contagiando.
La situación con los fallecidos resulta incluso más dramática. ¿Cuánta gente está siendo enterrada sin conocerse si tuvieron o no la enfermedad?
La realidad es que nuestras cifras reales deben ser el doble o triple de lo que actualmente tenemos. Eso significa que la tasa de recuperación y la de mortalidad también son mayores, pero eso resulta terrible.
Cochabamba y Pando son los dos departamentos donde se está muriendo más gente, ¿por qué? Algunos me dijeron que es por el sistema de salud colapsado, otros lo atribuyen a la gente que aguanta los síntomas, hay quienes quieren atribuirlo a la altura o la contaminación.
Pero es difícil determinar esto con precisión, pues no hay centros de investigación como en otros países. ¿Qué nos queda a los cochabambinos, seguir viendo a gente morir?
Entrar al Facebook es ver a un grupo de personas pidiendo plasma y a otro dando el último adiós a sus seres queridos. Parece algo totalmente surreal y es doloroso.
Y más doloroso se vuelve cuando ese que dio positivo es un amigo, amiga, familiar o pareja. Es más doloroso cuando ese nuevo fallecido reportado es alguien a quien se quiere mucho o es familiar de ese ser querido.
Ni siquiera se puede ir al velorio a acompañar a la familia o abrazarlos para transmitir cariño. Vemos de lejos el dolor de esa persona que queremos y no podemos evitar llorar por su tristeza.
¿Cuánto más falta? Espero que poco. Las famosas predicciones ya ni siquiera parecen precisas, porque los datos en los que se basan no lo son. Algunos dicen que el 85% de toda la población va a llegar a infectarse.
Eso es terrible, si tomamos en cuenta la tasa de letalidad que se tiene en Cochabamba y que es del 7%. ¿Cuántas vidas cuesta esta proyección?
Ya no se trata de querer salir de casa o de querer volver a la vida normal. Se trata de no querer ver morir a nadie que amamos.
A esto podemos sumar que ya ni esperamos nada de nuestras autoridades. Ayer hicieron todo un show para la habilitación del centro de aislamiento. Esos actos, más que mostrar la gestión que hacen, parecen la demostración de su incapacidad.
Cuatro meses se tuvo que esperar para esto. Más de cinco mil infectados y cientos de fallecidos para que esos señores vengan a decirnos que están trabajando para vencer la enfermedad.
Sin embargo, resulta que cuando dos de ellos se ven después de mucho tiempo lo primero que hacen es abrazarse en la misma sala situacional. No diré quiénes fueron, porque ya no tiene sentido, pero parece tan absurdo como ridículo.
No le atinan a una. No dan certeza a la gente, no asumen acciones a tiempo, se pelean, dramatizan y politizan con la salud. Mientras, la población continúa con más y más preguntas.
Quisiera tener las respuestas a tantas preguntas planteadas. Quisiera poder transmitir mayor certidumbre a la población, pero ¿quién la tiene?. Sólo queda esperar que este hoyo del coronavirus no se cobre más vidas y que su final esté más y más cerca.
La autora es periodista
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES