Admonición al silencio
Las encuestas pretenden anunciar el nombre del dios desconocido cuyo advenimiento todavía no ha llegado y cuyo nombre no debe ni puede ser proferido.
Si jugamos con estas cifras para intentar lanzar presagios, terminaremos invocando el nacimiento prematuro de un Salvador (o de su versión femenina) y eso es imprudente, pues quien nos escuche se verá tentando de contradecirnos y ahondaremos, con él o ella, los abismos que nos dividen. Tenemos graves asuntos que resolver entre todos y es conveniente que disminuyamos las fricciones para crear reparadoras uniones.
El o la Salvadora se está aún gestando. Los velos del tiempo guardan el secreto de su personalidad y de su máscara. Hoy, paciente lector, solamente puedes admirar el enigma para que tu júbilo por su advenimiento sea mayor.
Difícil es decir lo que se prepara. Obsceno será el nacimiento de la Salvadora (o de su versión masculina).
Se llama obsceno a un hecho real que se ofrece a la vista, ostentando su propia fealdad y que se exhibe sin pudor y nos fuerza a mirar y elegir nuestra reacción. Obsceno es el exhibicionista que se inflama cuando expone su triste realidad a quien no la quisiera ver. Obsceno es el que muestra su deseo a quien le repugna haberlo despertado. Obsceno es ser embestido por realidades que nos fuerzan a escoger una de entre ellas.
Deja esa tarea, oh paciente lector, a los sabios operadores políticos, cuya mirada ha sido helada por sus muchas visitas a lupanares y que tienen el coraje y la alevosía para entremeterse en los coitos y preparar el parto. Ellos viven encerrados en cónclaves secretos, en habitaciones llenas de humo, asistidos por infames correveidiles, alrededor de mesas de tapete verde. Allí barajan las cifras para alcahuetear los secretos matrimonios cuyas secretas cópulas gestarán al Salvador (o a su versión, etc.).
Tú, oscuro lector, solamente puedes intentar imponer silencio a las cifras. Todavía no están en tiempo de copular. Están en tiempo de pavonear, de ostentar carnes y encantos que se sugieren y no se muestran. Están en el tiempo de balancear caderas alrededor del pueblo, de exhibir senos hinchados de sabrosos pezones, de mostrar sus vientres tan lisos que parecen impolutos. Están ocupados en flexionar músculos y proferir amenazas, en cantar cortejos y reclamar apareamientos. Todavía puedes lanzarles, de tanto en tanto, una mirada divertida, sin darles demasiada importancia.
Las vergonzosas cópulas ocurrirán, de eso debemos estar seguros. La Fecha ya ha sido anunciada y postergada repetidas veces. Algunos de los que llevan cifras asociadas a sus nombres, esperan esa Fecha con prisa, otros con parsimonia, pero todos sienten el irritante costo que la espera impone a su facultad de atraer tu adhesión a sus negocios.
Para los que se miden en cifras, la espera es más fatigosa a medida que el mundo se hunde en el dolor de la muerte. En el País de los ciudadanos, las voces de angustia se suceden a los silencios del luto. Por eso, los reclamos y bullas que nos hace oír el País de las cifras suenan a insulto indolente.
Tú, silencioso lector, oyes esos cantos con la sorna y desprecio que merece su inoportuna insistencia y atinas a mantenerte sordo a los ruidos de las sirenas guerreras.
Pero todavía necesitaras más paciencia, silencio y fortaleza, pues ya llegará el tiempo cuando oirás otros gemidos más repulsivos. Esta vez vendrán de los que implorarán lubricante para facilitar las irritantes fricciones y dolorosos enchufes que darán nacimiento a la Bestia Gubernamental.
Será una Bestia concebida en tres vientres y será una Bestia con Tres Grandes Miembros.
Nadie sabe todavía quién gestará la cabeza y la lengua. Hay uno que ostenta una locuacidad superior a la de los otros. ¡Nuestros oídos violados ruegan por él! Algunos escuchan buenas intenciones en su retórica.
Los negociantes no saben todavía de quién serán las patas y los pies. Hay uno que se alza sobre muchos muslos acostumbrados a marchas con gran poder. ¡Nuestro tambaleante equilibrio ora por él!
Los augures no saben tampoco de quién serán los pechos y el vientre. Hay una que promete carnes y granos. ¡Nuestro aparato digestivo ora por ella!
A nosotros, lectores y escribidores, solo nos quedara orar y protegernos. Esperemos poder conservar nuestra mansedumbre. Oremos, entonces, por los repulsivos que fuman alrededor del tapete verde. Oremos para que logren que las tres cifras copulen y para que cada uno de los tres miembros ocupe el lugar adecuado. Oremos para que la Gran Bestia Gubernamental de Tres Miembros pueda galopar, dar de mamar y hablar.
Oremos para que los muslos no sean la lengua, que la lengua no sea las patas y que el vientre no esté en la cola.
Y preparemos la esperanza para poder proferir un unánime, aliviado y pacifico: ¡amén! Y para que no necesitemos abandonar nuestra mansedumbre.
El autor es ciudadano y artista
Columnas de LUIS BREDOW SIERRA