La Cancha en tu casa
Con esta pandemia no solamente son los delíveris los que llegan a tu casa llevándote los productos, en realidad es el mercado en su totalidad el que llega hasta el último rincón de tu cuarto, cocina o baño. La Cancha completita transformada en un enorme, sostenido y permanente “multiruido”.
Ocho de la noche, “escoba caserita con su goma 16 bolivianos comprate caserita” sale la voz de un megáfono. Pero a las ocho de la noche ya es una exageración señor vendedor. Respetamos su derecho al trabajo y la necesidad de llevar el sustento para su familia, pero a esa hora, por más rebaja que ofrezca, nadie le va a comprar nada y sólo genera miedo y molestia en la gente.
Otra cosa es escuchar las variadas ofertas de La Cancha a domicilio a las 8 o incluso 7 de la mañana. Se podría hacer una clasificación por rubros, por tipos de voces (agudas, graves etc.), por género. Por tipo de vehículo en el que trasladan sus productos o también por decibeles que arrojan sus megáfonos. Si sus ofertas van además acompañadas de música, se puede clasificar por géneros: cumbias, folklore, pop o de ascensor, etc. Las posibilidades son infinitas, como en La Cancha.
Tras cinco meses de escuchar todas las ofertas uno ya se acostumbra. Incluso las extraña, “que habrá pasado con la que ofrece carne de cerdo de cabañitas a Bs 18 el kilo”, piensa uno. Hasta sirve como un buen ejercicio mental, uno escucha “plátano, naranja, papaya caserita, comprate frutilla baratito”, y uno empieza a imaginar de quien será esa voz tan inclasificable, cómo será el vehículo que transporta sus productos. ¿Será pregrabada la voz o repite cientos de veces la misma frase el dueño del mercadito ambulante? Y así, uno se sumerge en una práctica casi surrealista.
En fin, tenemos la suerte de que nos llega esa parte tan colorida, abigarrada (como dirían los sociólogos) y agradable de nuestra tan cochabambina Cancha que, si alguna vez pasa esta pandemia, vamos a extrañar el ruidoso paso de los ambulantes y la comodidad que nos brindan los “caseritos y caseritas”.
El autor es periodista
Columnas de MICHEL ZELADA CABRERA