Sin devaluación a la vista
El fantasma de la devaluación parece un mito para quienes nacieron en democracia. Añejo y sinsentido para los “jóvenes”. Otro hubiera sido el cantar si lo discutíamos con personas más “viejitas”. Para ellas el vetusto fantasma hubiera aparecido de golpe, provocando mucho temor.
Algo recuerdo de esa época. Mi papá cargando saquillos de harina que contenían billetes. Parecía una fortuna, pero sólo servía para comprar pan. Luego esos billetes no valieron nada. Vino la hiperinflación, un quiebre económico y pronto la devaluación. De ahí a recuperarse. Como sea. Con traumas emocionales imposibles de olvidar.
A lo largo de este año estamos viendo cómo suben los precios de los productos y aparece muy vívido el fantasma de la devaluación. Nos preguntamos cómo saldremos de la crisis provocada por el virus de la Covid-19, y no falta quien diga que hay que devaluar la moneda.
Pero el ministro de Economía, Marcelo Montenegro, ha descartado una posible devaluación, habló del impuesto a las “grandes fortunas” y la evaluación que estarían haciendo para el diferimiento del pago de créditos bancarios, y el análisis de las entidades externas a las que se podría recurrir para la inyección de recursos.
“No hay necesidad en este momento de devaluar la moneda nacional, porque supuestamente con una devaluación podrías exportar más, pero en este momento el comercio mundial no tiene movilidad”, aseveró.
También dijo que no es cierto que el Gobierno de Jeanine Áñez haya dejado Bs 17 mil millones en caja. Detalló que de ese monto Bs 6 mil millones “eran recursos líquidos” y la mitad se destinó al pago de salarios en la administración pública, mientras que el monto restante se irá en el mismo ítem. Los otros Bs 10 mil millones son créditos en proceso de trámite. Por tanto, realmente sólo hay 4 mil millones.
Al margen de conocer el monto dejado por la administración Áñez, llama la atención que gran parte de los recursos sirvan para pagar a los funcionarios públicos, porque hoy, cuando más austeridad necesitamos notamos que el aparato estatal está creciendo.
Queda claro que el Estado sigue siendo un aparato que consume recursos en funcionarios. Qué pena que sea tan ineficiente y termine por ser una carga burocrática para los demás, peor aún creer que para inyectar recursos se tribute la riqueza. Un Robin Hood medieval en pleno siglo XXI, cuando el mundo busca otras medidas, con mayores colaboraciones, estímulos y apoyo al emprendimiento. Qué mala señal que Bolivia tenga sólo 150 millonarios y no 1.500 o 15.000 o muchos más.
Mientras tanto, seguimos gota a gota horadando la piedra, hablando de economía naranja, migración a energías limpias, dejar la codependencia tóxica de los hidrocarburos y empoderar a los emprendimientos con una economía más flexible y abierta.
La autora es Premio Nacional al Periodismo Especializado en Banca
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER