Eterna corrupción
El pasado miércoles, 9 de diciembre, se conmemoró el Día Internacional de Lucha Contra la Corrupción y el Día Internacional de las Defensoras y Defensores de Derechos Humanos. Ambas iniciativas han sido promovidas por organismos internacionales y la primera es el resultado de lo acordado por la Asamblea
General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La fecha fue conmemorada en nuestro país por el Vicepresidente del Estado, quien, una vez más, hizo un interesante diagnóstico de los niveles a los que ha llegado la corrupción en Bolivia. “La corrupción es la primera mala noticia de todos los días, y casi siempre empieza en la política. Quienes debieron dar ejemplo de vida: las élites, nunca lo hicieron (…) Por eso, mientras más se sube, más podrido está todo”, dijo.
¿Quién podría discutir esas aseveraciones? Pasa en Bolivia y en todo el continente.
Para ser justos, habrá que recordar que la corrupción fue una de las marcas de los últimos dos gobiernos: en el de Evo Morales, en el que Choquehuanca fue canciller, por el más largo periodo de ese cargo en la historia, y en el de Jeanine Áñez, pese a que su mandato era interino, aunque se prolongó
más de la cuenta.
La lista de irregularidades cometidas en más de 13 años de la administración del Movimiento Al Socialismo (MAS) es larga. Entre los casos más sonados está el de Catler Uniservice, que en 2008 involucró al entonces presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Santos Ramírez, y el escándalo no se limitó a un millonario pago de sobornos, sino que le costó la vida a una persona.
A partir de ahí, la lista de escándalos con cifras siempre de seis ceros fue creciendo hasta terminar deteriorando la imagen del gobierno de Morales. Todos conocemos el final de esa historia, lo ocurrido en octubre y noviembre de 2019. Uno de los primeros efectos del desmoronamiento de ese gobierno fue la explosión en cadena de revelaciones sobre escandalosos casos de corrupción.
En ese contexto se recuerdan, también, los malos manejos en que incurrieron algunos excomandantes de la Fuerza Aérea Boliviana. Se trata, como es fácil recordar, de estafas cometidas en nombre de Transporte Aéreo Militar mediante la compra, con millonarios sobreprecios de por medio, de repuestos y aviones. Lo que llegó a ser todo un ejemplo de los extremos a los que puede llegar el desprecio por la ley. La corrupción, por tanto, fue determinante para la insurrección popular que estalló primero en Potosí, en septiembre de 2019, y se extendió al resto del país tras evidenciarse un fraude electoral que fue el que precipitó la renuncia de Morales.
Y lo que vino después no fue mejor. El breve gobierno transitorio también fue una lamentable muestra de corrupción, especialmente en la compra de respiradores para los enfermos de Covid-19. Aquí, el latrocinio es agravado porque fue cometido en contra de la salud del pueblo boliviano.