Los chanchitos y el lobo “reloaded”
Las camadas de chanchos, chanchitos y chanchacanchitas vivían –ya tranquilamente– en la casa de su abuela
Las camadas se sucedieron y los hermanos mayores decidieron que había que reconstruir y ampliar la casa. Se enfrascaron en una discusión sobre la arquitectura del futuro y estuvieron a punto de separarse en facciones.
Finalmente recuperaron la unidad cuando convinieron comprar el plano a un arquitecto de Derechos Reales.
No se percataron de que el arquitecto era el lobo tonto, que se había disfrazado de notario cortés.
Siguieron pasando los años y las camadas. Ya hablaban de construir una nueva Nueva Casa...
Durante esos años el lobo tonto estuvo ocupado y medio desorientado y cuando se sintió viejo y desdentado recordó la casita y su plano. Había sido previsor y diseñado un caserón con muchas ventanas para que un lobo tonto y anciano pudiera tener fácil acceso a los chanchitos.
Así, pues, el viejo lobo entró en el caserón de los chanchitos. No fue una maniobra fácil, pues no había previsto la explosión demográfica neochanchil. Con una mezcla de horror y antojo, el viejo lobo constató que todos los chanchos vivían encerrados en una misma habitación, en una deliciosa promiscuidad. Las ventanas servían a la multitud para entrar y también para expulsar. Alrededor de la habitación galopaban los viejos chanchos que querían volver y los jóvenes que querían entrar.
Sofocado de deseo, el viejo lobo entró al centro de la carne a dar blandas dentelladas a tontas y a locas.
Se dice que el viejo lobo sigue adentro en gloriosa obesidad.
Pero también corren rumores que está muy disminuido pues ya se han visto chanchos vestidos con piel de lobo.
No se sabe si ahora el lobo come chancho o si los chanchos comen lobo.
Y colorido colorín este cuento no ha llegado a su fin.
El autor es ciudadano y artista
Columnas de LUIS BREDOW SIERRA