La emergencia de los bloqueos
En todo hay jerarquías; en la jungla primitiva, también. El león es el rey de la selva; aunque, según Esopo, un ratoncito puede salvarle la vida. Pero eso no quita lo dicho respecto a las jerarquías. Por lo que no es extraño que en el ordenamiento de las normas la “consuetudinaria ley del bloqueo” ocupe una posición de privilegio. En el último conflicto, a los galenos se les prohibió parar el servicio; pero como “lo que no está prohibido, está permitido”, pueden bloquear calles y carreteras. Si eso paraliza la atención, es otra cosa.
En verdad, no se dijo nada del respetado y respetable bloqueo. En el día puede usted comprobar su plena vigencia, y también el poder y la fuerza que tiene. Nadie ha pensado ponerle el cascabel a ese gato; ni las protestas conmueven a nadie. Los pasajeros plantados en medio camino lloran y maldicen a los bloqueadores; pero éstos, ciegos y sordos, son como las piedras del camino que bloquean. Esa situación crea un estado de emergencia porque perjudica, y, además, ignora el artículo 21 de la Constitución Política del Estado que se refiere al derecho a la libre circulación.
En lo que hace a la novísima “Ley de emergencia sanitaria”, es preciso decir que Bolivia nunca ha dejado de ser un país de emergencias. La pandemia motivó una ahora último, pero hay otras cuya ley es sólo papel mojado. Y aunque usted no crea, la educación soporta una “emergencia” crónica. El que no se ocupen de ella, no quiere decir que no exista. A lo mejor la dan por inexistente para que no les amargue la vida, como hizo Víctor Hugo y el tal Quelca, ambos de tan parecido perfil burocrático.
Por supuesto que una ley sólo se justifica cuando es necesaria, y tiene que ser para mejorar y no para hacer peor una situación, como parece que está sucediendo ahora. La corrupción transita por meandros siempre ocultos y oscuros. La cláusula de confidencialidad y las contrataciones directas facilitan la vía más expedita para la comisión de ese delito. Mantener en reserva algún punto, ¿a quién beneficia? Sin duda, alguien está detrás de ese potencial beneficio.
Las acciones ilegales no paran. En la estructura del Legislativo hay comisiones, una de ellas es la que se encarga de la política social. Por ahí tenía que haber pasado la ley de “emergencia”; pero como allí está la oposición, se le ha ignorado olímpicamente. Según los cocaleros, eso no importa; el tema puede estar en cualquier lado. La comisión de Constitución es universal y abarca todo, incluso a las republiquetas independientes.
Por lo demás, desde hace rato impera en Bolivia la anomia social, la no obediencia a las normas. Es que la propia Constitución es “chuta”, es ilegal. Tal vez por eso no la respetan. Tuvo una trayectoria borrascosa: fracasada la Asamblea Constituyente, allá en Sucre, en 2007, el texto salió del cuartel militar de La Glorieta a deshoras de la noche, maldecido y manchado de sangre, dejando muertos y heridos. En Oruro cumplió una de sus atapas más aberrantes. Y, luego, tras la última “trampa” urdida en una mesa clandestina de La Paz, ingresó al sindicato legislativo para su aprobación. Unas horas después, se convocó al referendo constitucional. Como se verá, fue realmente una aventura original.
El autor es columnista independiente
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS