Ocaso del capitalismo de Estado
Al analizar la evolución del capitalismo de rosca al Capitalismo de Estado y al potencial capitalismo de sociedad en Bolivia, debemos señalar que esos conceptos son generalizaciones que abarcan cada uno diferentes etapas. Para el capitalismo de Estado, una periodización que hice a fines de los 70s, reconocía en él, entre 1952 y 1977, cuatro distintas etapas. Ahora habría que añadir varias nuevas etapas por las que ha atravesado dicho tipo de capitalismo.
El inicio de capitalismo de rosca podemos situarlo en las importantes innovaciones organizacionales y tecnológicas de la minería en la década de los 70 del siglo XIX, las cuales, luego de la tragedia de la guerra del Pacifico, se extienden a innovaciones políticas y el surgimiento de sistemas de partido en el país. El capitalismo de rosca se extiende hasta 1952 y naturalmente contiene a su vez numerosas diferentes etapas. De esta manera estamos hablando de distintos modos de capitalismo que se desarrollan bajo diferentes formas en su larga existencia que abarcan en cada tipo de capitalismo entre 70 y 80 años.
¿Cuál es el rasgo común a periodos tan dilatados y diferenciados dentro de sí? En cada uno de los capitalismos con una variabilidad grande, se mantienen esenciales similitudes en las relaciones sociales de producción.
¿Pero entonces cuando cambia el tipo de capitalismo? Cuando modificaciones en las relaciones sociales de producción, generan demandas sobre el Estado que este, por razones de diversa índole y procedencia, es incapaz de resolver porque como diría un gran pensador el Estado “ha perdido la certeza de sí mismo”.
A posteriori resulta relativamente fácil señalar que, en el capitalismo de rosca, el Estado pierde la certeza de sí mismo, en la Guerra del Chaco y transcurre una década y media de inestabilidades recurrentes, hasta la instauración explosiva del capitalismo de Estado en abril de 1952.
En el capitalismo de Estado, se puede argüir que el Estado perdió la certeza de sí mismo en más de una coyuntura. Quizás más notoriamente en ocasión de las reformas neoliberales de 1985. Pero es justamente a partir de esa coyuntura que el capitalismo de Estado mostró una resiliencia inédita pues el “desmantelamiento” neo liberal del Estado boliviano, significó el inicio del más exitoso y extenso periodo de fortalecimiento de la capacidad de recaudación de recursos fiscales por parte del Estado boliviano que se extiende hasta la actualidad, en el que la inversión pública es un múltiplo de la privada.
Por ello más bien podríamos pensar en la tesis opuesta: el Estado actualmente goza de amplia certeza sobre sí mismo y todavía tenemos capitalismo de Estado para rato.
Pero existen tres tipos de dislocaciones que apuntan a que las relaciones sociales de producción que se han desarrollado en el país, son insostenibles bajo el actual tipo de Estado y que éste, in pectore, ha perdido la certeza de sí mismo. A las que nos referimos son: 1. La de representación-participación, esencialmente política 2. La de generación-distribución, esencialmente económica y 3. La de autoridad-adhesión, esencialmente social y en el país socio-étnica. Ellas afectan tanto al Gobierno como a la oposición, comprenden el conjunto de la sociedad.
El primer desencuentro representación-participación asoma el 26 de diciembre de 2010 al decretarse el alza de precios de carburantes. El rechazo de la COB y sectores sociales, pese a esfuerzos del Gobierno de compensar los efectos del decreto, vía aumentos salariales y congelación de precios de servicios básicos, empuja al régimen a dejar sin efecto el incremento. Esta forma de ¨gobernar obedeciendo¨ que favorece la representación social sobre la participación estatal se expresa, en esta ocasión, de manera relativamente fácil, pero con efectos bumerang en el mediano y largo plazo.
Pocos meses después, el 2011 se enfrenta otra disyuntiva representación-participación en ocasión de la marcha del Tipnis. Esta marcha es reprimida por el Gobierno y estimulada por las oposiciones que enarbolan banderas medioambientales. En esta ocasión el régimen escoge imponer la participación estatal sobre la representación ciudadana y se abre una brecha social en el bloque en el poder y una interrogante política en las oposiciones sobre la veracidad de sus banderas medioambientales.
Reverberaciones de esta contradicción representación-participación, se dan en medio de los incendios en la Chiquitania, con acusaciones cruzadas entre Gobierno y oposiciones sobre las causas de los mismos y de la impotencia para contenerlos. El Gobierno actúa con lógica de participación estatal y clientelismo político y fracasa en ambos extremos, siendo una de las causas que alimentan el rechazo electoral de octubre del 2019.
Por otra parte, la dislocación generación-distribución emerge por la forma en que piensa ser lograda la ampliación de la frontera agrícola con el apoyo del Gobierno al sector agroindustrial cruceño. Este sector alcanza o cree alcanzar con el gobierno del MAS, acuerdos que incluyen promesas de compras estatales de significativas cantidades de alcohol de caña para ser incorporado en las gasolinas nacionales. Ello muestra la dependencia económica de los sectores privados más potentes del país, de la voluntad gubernamental y la dependencia política del Gobierno de la disponibilidad de los sectores más conservadores. Estos acuerdos que no se plasman plenamente, parecían poder ser fácilmente resueltos por el Gobierno transitorio. No obstante, se complican operacionalmente, mostrando que los acuerdos entre sectores gubernamentales y privados tan disimiles, requieren algo más que la simple ¨coordinación¨ de políticas, sea cualquier gobierno, en la actual etapa del capitalismo de Estado.
El dilema generación-distribución se da asimismo en el Gobierno transitorio, en circunstancias en que sectores liberales creen, con ingenuidad pasmosa, que estaban ad portas de una reforma fiscal radical que elimine los regímenes especiales, supere la informalidad y acote severamente la participación del Estado en la economía y la sociedad. En la práctica ellos terminan coincidiendo en demandar nuevos apoyos de parte del Estado y ampliar el techo de gasto fiscal. Pero justamente los que ideológicamente más apoyan la ampliación del rol del Estado, torpedean desde el parlamento ello, dificultando aprobación de préstamos y concursando obstruccionistamente en ampliación de bonos, lo cual redujo el espacio operacional del Estado.
La dislocación autoridad-adhesión es provocada por el régimen cuando en posesión de autoridad institucional y social, este cree necesario que las mismas cristalicen en adhesión personal, mediante el referendo de febrero del 2016. En el afán de superar esta discordancia, ella es exacerbada en el exterior, llenando de nocivo ruido extra judicial, la demanda planteada en La Haya a lo que se suman gestiones de reconocimiento del derecho humano a la reelección indefinida. Así, el régimen transforma una dislocación autoridad-adhesión nacional, en una internacional, perdiendo fuera y dentro el país, espacios institucionales y deliberativos cruciales. Ello determina que el continuismo en la búsqueda de la adhesión personal, permita que una movilización ciudadana sin potencia factual, se transforme en un ciclón factual sin correlato institucional, pues quien persigue la adhesión personal, transforma sus pasos defensivos, en desmantelamiento de su gobierno y de su prevista forma de continuidad institucional, dando él mismo, paso a un gobierno de transición.
Pero el Gobierno transitorio, cuyas contradicciones y lazos con el régimen anterior fueron prontamente relievados, mostró una ceguera aún más aguda, pues buscó transformar la autoridad política en adhesión personal, mediante la ilegítima transformación de presidente transitoria en candidata permanente. Esta discordancia autoridad-adhesión afectó al resto de las fuerzas políticas no masistas, pues, aunque ellas criticaron el paso dado por la presidenta, no fueron capaces de lograr la convocatoria a un gobierno de unidad nacional y asistieron como acompañantes involuntarios al desmoronamiento de la candidatura de la presidenta el cual, lejos de favorecer a las fuerzas no masistas las afectó muy negativamente. En efecto el desmoronamiento señalado permitió al núcleo del MAS, retomar iniciativa y ampliar energías, recuperando sectores que se habían alejado de él por su oposición a la adhesión personal. Se crea la sensación conjunta de que corrupción, debilidad y falta de transparencia pueden ser fenómenos universales de la política nacional y la ciudadanía, premió la experiencia con resultados, sobre la pericia con retorica digital que no llega a apasionar o la abrupta inconsistencia que no se irradia más allá de su territorio de origen.
Todo lo anterior puede abonar al criterio de que el capitalismo de Estado no soluciona, pero sortea sus problemas internos y tiene por delante un futuro dilatado e incluso fértil.
Creemos que ello no es así porque componentes sistémicos de las contradicciones representación-participación, generación-distribución y autoridad-adhesión están en pleno desarrollo, además de que efectos de la pandemia son catalizadores de los tres tipos de dislocaciones. Ello se expresa en que las oposiciones, no ofrecen un corpus de renovación dentro el capitalismo de Estado, pero el nuevo Gobierno destila anacronismo porque frente a las contradicciones representación-participación solo atina a instalar el relato del golpe de estado, frente a la de generación-distribución cree suficiente retomar recetas del siglo pasado de sustitución de importaciones y renegociación de la deuda externa y frente a la de autoridad-adhesión, ofrece la imagen de las dos alas, sin actitud correspondiente y sin evitar la sombra del personalismo en campaña. Recetas autoritarias no aceptables, recetas liberales no suficientes y recetas autorreferenciales anacrónicas, muestran que el capitalismo de Estado tenderá a ser regresivo y se acerca su ocaso. Por lo tanto, debemos analizar en próximos artículos que sería y como se instalaría el capitalismo de sociedad, tarea incierta, en la medida en que lo real no siempre es racional.
El autor es economista, ernesto.aranibar@gmail.com
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