La vuelta de la inversión pública: ¿Panacea o amenaza?
Es ultra conocido que la inversión pública ha jugado un papel central en el ciclo económico en Bolivia en el periodo 2006 - 2020. Veamos un poco de historia. En el año 2006, la inversión pública llegaba tan sólo a 879 millones de dólares. Cerca de la mitad correspondía a infraestructura. La inversión estatal fue subiendo sistemáticamente hasta el año 2016, cuando alcanza su zenit: 5.065 millones de dólares ejecutados. De los cuales, un 36% fue para infraestructura, el 37% para el sector productivo, el 23% para temas sociales y el 4% para actividades sectoriales. Esta avalancha de inversión pública, en gran medida, fue financiada por el boom del sector exportador. La inversión pública se multiplicó casi por seis. Subió en un 476 % durante el periodo señalado. No hay la menor duda que si hablamos de volúmenes, este constituye todo un récord.
Existe una correlación directa entre el incremento de la inversión pública y el crecimiento del producto interno bruto (PIB). Entre el 2006 y 2016, fue responsable, junto a la bonanza externa, por una tasa promedio anual de crecimiento de 5%.
Cuando la inversión pública comienza a disminuir, a partir del año 2017, la desaceleración de la economía boliviana se profundiza. En efecto, en ese año esta variable baja a 4.772 millones de dólares y en 2018 la inversión se contrae a 4.458 millones. En ambos periodos, el crecimiento del PIB baja a 4,2%. En 2019, la inversión pública se reduce a 3.769 millones y el producto tan solo alcanza el 2,2% de crecimiento. La tendencia a la baja de la inversión del Estado se produce durante los tres últimos años del gobierno de Morales. En 2020, en la gestión de Áñez, esta variable se desploma y llega a 1.784 millones de dólares y se produce una fuerte recesión económica, -11% también resultado de la pandemia, la cuarentena y la mala gestión económica del Gobierno de transición.
Desde el fondo del pozo económico, el gobierno de Arce Catacora anuncia la vuelta del modelo de desarrollo comandado por la inversión pública y espera reeditar los éxitos del pasado, aunque, claramente, con mucho menos recursos financieros que antes.
A partir de la crisis de la pandemia, la inversión pública, como componente central de la reactivación de la demanda interna, fue el camino que ha sido seguido por varios países en el mundo. Fue la vuelta del keynesianismo.
La fe en la inversión pública en periodos de recesión se explica por el efecto multiplicador que esta variable tiene en la economía.
Un elemento central del pensamiento keynesiano es la idea del multiplicador de la inversión o gasto público, que se puede visualizar como cuando uno arroja una piedra a un estanque de agua y observa cómo, después del impacto, éste se multiplica y amplía en círculos cada vez mayores en el agua. Un aumento de la inversión o gasto hace que el consumo de bienes aumente, lo que a su vez induce a que las empresas produzcan más productos y contraten personal adicional.
Al final del día, fábricas en movimiento y empleados con más plata, estimulan la demanda agregada de más bienes y servicios: el estímulo de la inversión se ha convertido en crecimiento económico. Es el multiplicador keynesiano en acción, y tiene un componente fundamental: la propensión marginal a consumir, en sencillo, cuánto de l00 bolivianos transferido por el Gobierno, a las empresas o personas, se convierte en gasto efectivo y cuánto va al ahorro (propensión marginal a ahorrar). Según un estudio oficial, el multiplicador de la inversión pública en infraestructura, durante un periodo de crisis es el más elevado. Una inversión de 1 Bs se convierte en 1,85 Bs. A su vez, la inversión pública en el sector productivo tiene un multiplicador de 0,55.
En el Presupuesto General del Estado 2021, se anuncia nuevamente una cifra récord de 4.100 millones de dólares de inversión pública. Se espera que el grueso de esto vaya a infraestructura, pero debía direccionarse a educación y salud para que el impacto sobre capital humano sea más elevado.
¿Cuáles son los riesgos de seguir apostando a la inversión pública tradicional? En primer lugar, está el tema de la eficiencia y la calidad de esta. Se puede destinar la inversión, como en el pasado, a elefantes blancos sin ningún impacto en términos de aumento de la producción y la competitividad. También está el problema de que una inversión pública, mal implementada, puede generar inflación. Otro problema con la inversión del Estado es que podría estar desplazando la iniciativa privada. Asimismo, está la preocupación sobre las fuentes de financiamiento de la inversión pública y su rentabilidad de mediano y largo plazo.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.