De basura, y de recogerla
La producción de basura es algo inherente al ser humano, y mientras más sofisticado y más rico este es, vale decir más moderno, más basura produce, o por lo menos es más responsable de la producción de basura. Esto vale hasta para la preocupada joven sueca que contaba, antes de la pandemia, que le habían arruinado su niñez.
Hay distintos tipos de basura, hay alguna que se produce en computadoras y redes, mucha se está produciendo estos días en las inmediaciones de la Plaza Murillo, pero a la que me quiero referir es a la basura más primaria, que ni siquiera es la más dañina, pero que arruina enormemente el paisaje.
La basura es una realidad del mundo moderno, pero, hay forma y formas de deshacerse de ella, o peor, de quedarse con ella, y en este país que está a galope entre la modernidad y tiempos muy antiguos, cuando un niño campesino podía botar al piso lo que quedaba de un huiro que acababa de chupar, y no era problema porque o un animalito se haría cargo del mismo o se degradaría en los siguientes meses, hoy el sucesor de ese niño come alguna golosina –a la salida de la escuela o mientras va en el carro de su papá o en el bus– y bota al piso, delante de la escuela, por la ventada del carro, o como quien no hace nada, esté donde esté, lo que queda de la golosina, y uno o más envoltorios.
La semana pasada, un guapo joven francés, que bien hubiera podido hacer casting para actuar de Jesucristo, apareció con una iniciativa en Uyuni: limpiar ese museístico basural que es el Cementerio de Trenes, y que estaba lleno de la otra basura, y la gente de Uyuni reaccionó de muy buena manera, tanto pobladores, como autoridades, como la tropa allí estacionada. El resultado ha sido fantástico y ha dado, de seguro, una gran satisfacción a la gente de Uyuni y al joven viajero, y es una acción que solo se puede aplaudir, y tratar de copiar, de viralizar.
Aclaremos que esa no fue ni la primera, ni la única acción que ha tenido lugar en Bolivia en ese sentido. Antes de la pandemia, vi un grupo de gente importante del municipio de Laja, La Paz, limpiando las cunetas de la carretera hasta Lloco Lloco, (dicho sea de paso, uno de los miradores más bellos de la Cordillera Real, y que está inmundo lastimosamente por un mal entendido amor a la Pachamama).
El de la basura no es el principal problema de nuestro país, pero es uno que puede ser resuelto fácilmente, creando conciencia en todo lado para que la gente deje de botar sus desechos por ventanillas o donde sea. Un sistema de multas para quien ensucia me parecería deseable, aunque tal vez no sea práctico, pero educar, machacar, en escuelas, en la televisión, en las radios, y en las redes es seguro que puede ayudar. Tenemos que lograr que el ciudadano común se avergüence de botar sus restos en cualquier lugar.
Sería algo interesante tener también brigadas precisamente de los jóvenes del servicio militar, (mientras perdure ese anacronismo), o de jóvenes de la secundaria, y de la universidad, haciendo una labor al respecto. Ese ejercicio valdría más que cientos de horas cívicas. Sería beneficioso para todos, estoy seguro que quien se da el trabajo de limpiar, posiblemente, y a menos que tenga severos trastornos mentales, dejará de ensuciar.
Bolivia tiene algunos de los parajes más bellos del mundo, pero para llegar a ellos, se tiene que ver demasiada basura, demasiado plástico por todo lado, ante todo a la vera de los caminos, eso debe cambiar, le haría un inmenso bien al turismo, (no hacerlo le hará un gran daño), pero no es solo por eso, la casa no debe estar limpia solo por las visitas.
Mientras tanto, queda darle las gracias al joven señor Dessard, (que, además, a Dios gracias no tiene posibilidades de una carrera política acá). Y a replicar la experiencia por todo el país.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ