Árbitro “bombero” en elecciones
Como decíamos, Bolivia es en verdad un país extraño, con sucesos como los que vamos a mencionar. Y por si las moscas, aclaramos eso de “árbitro bombero”. No hay partido sin árbitro; es el juez supremo de la cancha. Ese personaje de negro no siempre es buen cristiano, suele parcializarse con alguno de los rivales. Sabe cobrar un penal inexistente o no sancionar una falta cometida. El respetable público de las graderías lanza epítetos de grueso calibre, pero las decisiones son inapelables.
Eso sucede en el fútbol. Pero hay otras “canchas” con jugadores deshonestos y árbitros bomberos que hacen ganar al que no merece. Esas tendencias no se agotan; son parte de la tontería “constitucional” humana. Ripley, el más grande coleccionista de las cosas absurdas, no se pierde ninguna. Ya tiene en su haber una serie, como las siguientes:
En El Alto, después de deambular buen trecho, una canica inteligente buscó a su víctima hasta encontrarla. Los dolientes tuvieron que resignarse. Nunca se supo qué mal le hizo Jonathan al paquito que se declaró culpable. En otra ocasión, unos traguitos mediante, se reveló que una juez condenó a 20 años de prisión a un inocente. En este tiempo, ni los bancos se salvan: un tal Pari se llevaba sin novedad unos milloncitos a su casa. Pero lo más extraño es que a los denunciantes se los persigue, se los amedrenta, para que no repitan el error de denunciar.
Dicho esto, ya a nadie sorprenderá que tratándose de urnas también haya “árbitros bomberos”, como el TSE. Como si estuviéramos embrujados, nos dedicamos a las elecciones con afición deportiva. Pero los candidatos se sienten felices, como peces en el agua. Siquiera un curul, con una jugosa dieta, por sólo levantar la mano, no es poca cosa.
Pasando por el 21F, el Art. 168 de la CPE, y las Primarias, los azules querían concretar a rajatabla el corolario de su aventura iniciada en 2016. Querían ganar por las buenas o por las malas en 2019. Por lo que parece, decidieron hacerlo por las malas. No les importó que los vieran ni los veedores. Varios organismos internacionales, entre ellos la OEA, dijeron que hubo, en efecto, un fraude colosal. Junto a las “pititas” en las calles, los uniformados protagonizaron el epílogo de la epopeya. Cuando se produjo el abandono, con el consiguiente vacío de poder, Jeanine se vio obligada a asumir la presidencia. Ella no quería, pero el azar le jugó a ella también una mala pasada.
En Bolivia no siempre mandan las leyes; “el que manda, manda y cartuchera en el cañón”, decía Melgarejo. De entonces parece que no hemos avanzado nada. Una vez consumado el fraude, obviamente el MAS ya no debía participar en las elecciones, y participó. En vista de ello, en seguida otra infracción: el 14 de julio del año 2020 el candidato principal divulgó por un canal de televisión los datos de una encuesta. Fue otra acción que merecía ser sancionada, y no se sancionó. El árbitro, sea por acatamiento o tal vez por miedo, se mostró permisivo. Se calló en siete idiomas o a lo mejor en los 36 del Estado Plurinacional.
El autor es ciudadano de la República
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS