Ignorantes e irresponsables los que no se quieren vacunar
Cuesta creer que ante una pandemia mundial donde han muerto 10 millones de personas –según estimaciones de The Economist– y siguen los contagios, haya gente que no se quiera vacunar. No sólo se perjudican ellos, ya que pueden contraer la enfermedad, sino a la población, porque, aunque sean asintomáticos, pueden contagiar a los demás.
¿Acaso no entienden que cuando se vacune entre el 70% al 90% de los habitantes del planeta recién se podrá volver a una normalidad relativa?
Es tal el negacionismo de vacunarse, que países como Estados Unidos regalan números de la lotería o alimentos para que la gente lo haga, y así proteger a sus habitantes.
Se ha comprobado que tras que los gobiernos empezaron con la vacunación, los contagios y las muertes han disminuido.
¿Por qué las personas no se quieren vacunar? Tras preguntar a gente e investigar, los antivacunas argumentan que temen a los efectos secundarios y que esperan ver resultados en los inoculados; que la vacuna no es fiable porque los laboratorios las hicieron en un tiempo muy corto; que creen que ya les infectó el virus, por tanto se consideran inmunizados; que no existe el virus de la Covid-19; que no confían en el sistema de vacunación que realizan los países; o que no se vacunarían ni siquiera si la línea aérea los condicionara para subir a bordo.
Y, lo que resulta más difícil creer, es que incluso personas instruidas, inventan teorías de conspiración y dicen que la vacuna traería un chip que los controlaría. Respeto dichos argumentos, aunque los considero absurdos.
Según una encuesta realizada por la empresa SSRS emitida por CNN, en Estados Unidos, el 45% dijo que no se vacunará.
En Bolivia, en febrero pasado, Página Siete publicó una encuesta de Cultura Interactiva que señala que el 42,9% no se vacunará y que el 57% lo haría. El resultado es devastador.
¿Cómo se comprende algo así? Yo lo atribuyo a la ignorancia acompañada de una irresponsabilidad sin nombre por parte de los ciudadanos.
A Bolivia ha llegado la tercera ola con más fuerza que las anteriores. Faltan camas y oxígeno en los hospitales. Según el Ministerio de Salud, hasta la fecha han fallecido 14.226 bolivianos, más de 358.000 se han contagiado y se ha administrado algo más de 1.100.000 dosis de vacunas desde que inició la pandemia. Bolivia tiene una población de poco más de 11,6 millones de habitantes. Esto es lo que se informa, aunque la realidad es desconocida.
Desgraciadamente, el presidente Luis Arce no ha tomado las riendas como Biden o Macron y la mayoría de los mandatarios, que informan a sus ciudadanos casi a diario sobre la situación de la pandemia.
El único camino para reducir el contagio son las vacunas. Según los médicos, la vacuna evita que la gente termine en terapia intensiva o que muera. Sin embargo, se ha comprobado que personas –principalmente sanitarios– han fallecido a pesar de haberse inoculado las dos dosis.
Desgraciadamente las vacunas no garantizan el 100% de inmunidad. Sin embargo, es más arriesgado no ponérselas.
La reacción al contraer el virus o inocularse la vacuna depende del cuerpo en que se deposite. Si éste, después de vacunarse ha tenido una condición previa o ha estado expuesto abiertamente al contagio, puede contraer la enfermedad.
La Covid es la peor peste en el último siglo que sigue matando y ocasionando miedo e incertidumbre. Ha destruido la economía, echado a la calle a millones y aumentado la pobreza.
Lo grave es que ni los médicos ni científicos saben qué ocurrirá, y tendremos que continuar tomando precauciones para evitar los contagios.
La autora es periodista y escritora
Columnas de VERÓNICA ORMACHEA