El Gobierno, la Policía Boliviana y los intentos de reforma
De acuerdo con los estudios publicados sobre esta temática, se evidencia que muchos gobiernos en la segunda mitad del siglo XX hicieron esfuerzos continuados pero muy modestos por modernizar la Policía Nacional. En este sentido hasta la dictadura de Luis García Meza (1980-1981), hace poco mencionada por Juan Ramón Quintana, dictó una Ley Orgánica de la Policía Boliviana, en enero de 1981. Se puede afirmar, sin embargo, que esta ley solo hizo pequeñas modificaciones cosméticas en el ámbito del escalafón jerárquico. El propio Quintana escribió en su libro: Policía y democracia en Bolivia. Una política institucional pendiente (La Paz: PIEB 2012, p. 60), que la Policía fue convertida en un “instrumento dócil” bajo García Meza, pero el autor reconoce implícitamente que la Policía no tuvo un rol realmente privilegiado, sino uno instrumental. La mayoría de los proyectos modernizadores concernientes a la Policía Nacional han tenido hasta hoy ese carácter superficial, que modifica solo muy parcialmente las jerarquías internas de la institución.
El debate sobre este tema ha ganado algo de publicidad por la crítica de Juan Ramón Quintana a un proyecto de ley del actual Gobierno, que también tiene objetivos muy limitados, centrados, como es habitual, en el escalafón jerárquico. Algunos medios de prensa muestran a Quintana como un opositor a la línea de Luis Arce. El tema policial sería entonces usado como un mero instrumento de la fracción más radical del MAS, que estaría moviendo algunas fichas para desprestigiar las medidas tomadas por el Gobierno de Arce. Solo así se explica la frase más significativa de Quintana, quien dijo a la letra: “Ni siquiera la dictadura de García Meza actuó como el actual Gobierno”. La referencia al gobierno de García Meza es, por supuesto, solo retórica, pero siempre es útil para restarle puntos a cualquier medida gubernamental comparándola con aquel régimen atroz.
Yo considero que Quintana representa al sector radical y más duro del MAS, que tiene por objetivo único la conquista del poder irrestricto y el ejercicio de un régimen de dominación total. Aquí hay que mencionar que el vicepresidente David Choquehuanca parece representar un sector más abierto a negociaciones con otras líneas políticas o, por lo menos, a respetar los derechos y las libertades públicas en cumplimiento a los principios de no dominación del pachamamismo y la filosofía andina. Esta última posee claros rasgos que apuntan a un pluralismo democrático.
El exministro Juan Ramón Quintana Taborga no acepta que ha sido derrotado por la historia y se aferra a continuar vigente para tener protagonismo y repercusión pública y así obtener nuevamente espacios de poder. Sin embargo, él ya estuvo en funciones de gobierno y no hizo grandes transformaciones institucionales para el fortalecimiento de un Estado moderno, ni tampoco articuló con los otros ministerios ninguna reforma sustancial para mejorar la institución y la calidad de vida de los integrantes de los rangos inferiores de la Policía Boliviana. Las declaraciones de Quintana no promueven una genuina preocupación por mejorar la seguridad, la defensa y el desarrollo de nuestro país, ni la consolidación de la unidad de la nación.
Todo gobierno de turno debería preocuparse por plasmar políticas públicas concretas para fortalecer las instituciones del Estado y no quedarse en reformas de carácter cosmético que no cambian ni la estructura ni el funcionamiento de las mismas. Tampoco hay una transformación cualitativa de los funcionarios que componen las instituciones. La vieja tendencia de manipular instrumentalmente las fuerzas del orden solo contribuye a debilitar la unidad nacional y a dispersar esfuerzos que deberían contribuir al progreso de la patria rumbo al Bicentenario.
La autora es abogada, licenciada en filosofía y magíster en seguridad, defensa y desarrollo
Columnas de ERIKA J. RIVERA