Pequeños gestos
Una enfermera prestó su celular a un paciente con Covid-19, para que pudiera comunicarse con sus familiares. Sostuvo el teléfono, y pudo escuchar las palabras de amor y cariño que iban de un lado a otro. Otra sostuvo la mano de otro enfermo porque se sentía solo y asustado.
Estuvo también la que ponderó el amor de pareja de un matrimonio y le dijo a la hija que notaba el cariño que había entre sus padres “se nota que se aman porque veo a tu mamita cómo espera a que le den los resultados y no le importa quedarse en la sala de espera horas de horas”, le dijo.
Está la enfermera de la bici, Mary Luz Salazar Gonzales, quien en 2020 no tuvo reparos en manejar desde el barrio Plan 3000 de Santa Cruz, en plena lluvia para ir a trabajar. Su gesto le valió el reconocimiento de una empresa que le regaló una moto, y el del Ministerio de Salud que le otorgó un puesto fijo (ítem) como auxiliar de enfermería.
Heydy Morales, de la unidad de terapia intensiva Covid del hospital San Pedro Claver, de Sucre, dio ánimos a una mujer de más de sesenta años que tenía a su esposo internado en el Santa Bárbara, aun sabiendo que ya había perdido a su ser querido.
Como estos hay miles de gestos. No sólo en Bolivia, sino en todo el mundo. Las redes sociales se han llenado de efusivos saludos, palabras de aliento y miles de likes dirigidos a ellas. Ponderan su heroísmo. Les dicen heroínas de bata blanca, al igual que a los médicos y al personal de salud.
Pero ¿crees que podrías pasar de la efusividad digital e ir a la acción? Qué tal llevar, mañana, cuando vayas a vacunarte, ¿un caramelo para quien te ponga la inyección?
Conoces a un médico que vive en tu edificio o en tu condominio, ¿pensaste en invitarle comida caliente, o cuidar a sus hijos, si los tiene, mientras va a trabajar? Quizás el ánimo no te acompañe, pero en una de esas podrías ofrecerte para hacer algún trámite bancario por este “héroe de mandil blanco”.
Puedes llegar todo lo lejos que quieras. En estos momentos estamos hermanados en el dolor y los pequeños gestos de amor entre completos extraños, nos harán dar cuenta de que la humanidad que nos une es más fuerte, sólida y duradera que el dolor punzante y agobiante de una pandemia angustiosa.
Aún no percibimos la luz al final del túnel y esperamos las decisiones de las autoridades de turno para que “hagan algo”. Sin embargo, puedes poner de tu parte para ser la luz al final del túnel de alguien. Probablemente si sumamos varias de esas luces, nos transformemos en un gran faro con potente luz, iluminando los caminos oscuros por donde estamos circulando.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER