Día Mundial de la Población, otra vez en pandemia
Ayer fue una jornada que tendría que haber estado dedicada, en todo el mundo, a uno de los desafíos más acuciantes para la humanidad durante las próximas décadas: el ritmo exponencial al que crece la población planetaria, y que la pandemia no afecta de manera significativa.
El Día Mundial de la Población fue establecido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1989, porque alrededor del 11 de junio de 1987 la Tierra alcanzó los cinco mil millones de habitantes. Ahora, 34 años después, somos más de 7.800 millones de humanos que habitamos el planeta.
Más allá de sus múltiples aristas, lo esencial del problema se puede reducir al hecho de que el ritmo al que está creciendo la población planetaria es muy rápido y amenaza con crear en el mediano y largo plazo dificultades muy grandes para la preservación de la vida humana la Tierra.
Las consecuencias más obvias del crecimiento demográfico son las innumerables dificultades relacionadas con la administración de los recursos naturales disponibles. La limitada cantidad de agua dulce, de tierras de cultivo, de alimentos y de medios para proveer atención sanitaria y educativa a crecientes, que contrasta con el crecimiento exponencial de la población, es el aspecto más visible del problema, pero no el único. Y otro es el riesgo de pandemias como la que vivimos.
A las dificultades ya conocidas, más recientemente se han sumado muchas otras como la multiplicación de las fuentes contaminantes del aire, fenómeno que está muy relacionado con la tendencia hacia la concentración de grandes masas humanas en grandes urbes. Por eso, se considera que uno de los más importantes desafíos que traen consigo las actuales tendencias demográficas es la adecuada gestión de las áreas urbanas y, muy especialmente, todo lo relativo al control de la contaminación ambiental.
En lo que a Bolivia corresponde, por razones evidentes como la relativa baja densidad demográfica de nuestro país, podría suponerse que los problemas relacionados con la explosión demográfica son menos graves que en el resto del mundo. Sin embargo, como lo confirma gran parte de las informaciones que ocupan nuestra agenda pública, eso no es verdad.
La contaminación urbana, la escasez de fuentes de agua potable y los pésimos servicios de distribución de ésta, entre muchos otros, son problemas irresueltos que nos obligan a incluir entre nuestras máximas prioridades los temas relacionados con la planificación demográfica. Y es mejor hacerlo pronto, antes de que crezcan hasta hacerse inmanejables, como ya ocurre en otras latitudes.