Viva Bolivia viva
Los bolivianos no siempre hemos nacido aquí. Nos hicimos bolivianos a través del tiempo, a través de la contemplación del inmenso collage de influencias que hacen a este territorio, de viaje en viaje por la vasta geografía del país y mediante la cotidiana ritualidad que se nos fue impregnando en la piel, entendimos que no hay mejor lugar donde vivir y donde dejar nuestros huesos. Uno se forja como boliviano, boliviana y boliviane haciendo camino al andar, así como dice la canción. No existe intensidad mayor que sentirse parte de un lugar, de pertenecer y tener como tatuaje el color de su matria o patria. Delina Pineda Fernández en su artículo Ser boliviano… ¿Y eso qué significa? Afirma: “No necesitamos uniformarnos para llamarnos bolivianos, porque significaría llenar el término con lo que parezca más legítimo obligando a algo a ‘ser’ por medio de mutaciones”. Y, sin embargo, la bolivianidad no solo se cimenta en valores compartidos y un arraigo identitario que genera pertenencia, es también esa posibilidad de constante negociación típica de los espacios mestizos.
En estos días y como todos los días que ha ido sumando la historia de Bolivia, hay muchas cosas de las que no nos sentimos orgullosos o medianamente plenos. Son pocos los líderes que han regido nuestro país con ética, honestidad y siendo respetuosos del gran compromiso que aceptaron al momento de ser quienes lleven a nuestra nación a un destino donde seamos eso que sabemos que podemos ser: un país que no baje la cabeza ante transnacionales ni poderes foráneos que impulsan el saqueo y el empobrecimiento del país. A esos dirigentes vendidos la memoria histórica les tiene reservado muchos capítulos, capítulos de la deshonra. Y los que vemos sus desaciertos y esa forma corrupta de gobernar sabemos bien que siempre los cargos les quedaron grandes, que a pesar de que nos dicen pueblo sin memoria, no se equivoquen, no olvidamos.
Pero sí podemos sentirnos orgullosos de toda esa otra bolivianidad que permanece incorruptible y que hace de esta nación lo que es, a fuerza de trabajo honesto y esperanza. Porque a pesar de que se nos ha enseñado mal la historia del país no somos solo el trauma de una conquista, los fracasos militares y la suma de pérdidas territoriales. No somos un proyecto frustrado de nación, somos los bolivianos nacidos y los de adopción, parte de un proyecto que se construye y deconstruye de forma abierta, somos en términos concretos la vivencia continua de un país que se hace con una vitalidad de camino constante, de proyecto que no ha concluido y eso hace de Bolivia un país intenso, generoso y vasto. Por tanto, en este 6 de agosto, volvemos a adscribir el orgullo de ser parte de un gran país: Viva siempre nuestra amada Bolivia.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO