La deuda de Arce
Arce pide la suspensión de pagos de deuda externa en la asamblea de la ONU. Aquí algo de contexto:
1. La propuesta fue hecha por países ricos en plena pandemia (2020) como ayuda a las economías más pobres. Hoy, una recuperación más rápida de lo esperado le quita peso.
2. Las resoluciones de la ONU no son vinculantes y se aplican sólo a países y órganos que dependen de ella, así que, si la propuesta toma impulso, sólo se aplica a deudas multilaterales y con países que decidan adoptarla.
3. La deuda externa de Bolivia ha cambiado de perfil. En los últimos años más o menos 65 por ciento de la deuda externa es con organismos multilaterales (el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Banco Mundial son acreedores de poco más del 90% de este tipo de deuda, N. del E.), 15 por ciento con países y otro 20 por ciento con acreedores privados, que son los bonos soberanos emitidos en 2012 (500 MM), 2013 (500 MM) y 2017 (1.000 MM), todos a 10 años.
Entonces, cuando Arce pide suspensión de pagos, esta se aplica sólo a la deuda con países y con organismos multilaterales que, de aprobarse la resolución, se plieguen a un programa de diferimiento de deuda. Los privados no tienen obligación de suspender los cobros.
Y ese es el verdadero problema de Arce: allá, por 2012 y 2013, él pensó que el tiempo no iba a pasar tan rápido (o que no le iba a tocar pagar las deudas que contrajo), así que acumuló pagos para 2022 y 2023 que prácticamente duplican el peso del servicio de la deuda.
Entre capital e interés, Bolivia paga, cada año, entre 400 y 500 millones de dólares por su deuda externa. Esa cifra se va a duplicar en 2022 y 2023. A eso hay que sumar las malas señales que ha dado al mercado y que han impedido la colocación de los 3.000 millones de bonos este año.
Así que, cuando el Gobierno habla de impulsar una política de alivio de deuda para el apoyo a la recuperación de la pandemia de Covid, en realidad está hablando de una medida desesperada para tapar un hueco que hicieron ellos allá por 2012 y 2013.
El autor es economista
Columnas de GABRIEL ESPINOZA