Los números de la economía cruceña
“Dato mata a relato”, dice un refrán popular y se aplica cuando en medio de una discusión o confrontación de ideas, donde una de las partes está en un error, se da información fundamentada de un hecho que zanja el tema, ante la imposibilidad de negar una realidad concreta. Este podría ser el caso en lo que hace a la gravitante importancia socioeconómica que ha adquirido el departamento de Santa Cruz a nivel del país, en las últimas siete décadas.
Veamos a continuación, una importante información entregada por la jefa de la Unidad de Estadísticas del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Jimena León, a través del boletín CIFRAS.
El Producto Interno Bruto (PIB) cruceño pasó de 2.828 millones de dólares en 2005 a un máximo de 12.185 millones en 2019, en dólares corrientes. En igual período, el PIB del país pasó de 9.574 millones de dólares a un pico de 41.193 millones. El aporte cruceño al PIB nacional se mantuvo en cerca del 30%, denotando la importancia regional en cuanto a la producción de bienes y servicios, en una economía en franco crecimiento durante el auge mundial.
Sin embargo, mientras la economía boliviana en aquel lapso experimentó como pico de crecimiento un 6,8%, en 2013, la economía cruceña tuvo tasas reales de expansión superiores a las de Bolivia, llegando incluso a registrar “tasas asiáticas” del 8,5%, en 2012; del 7,2%, en 2013; y, del 6,5% o más, en las gestiones 2014, 2016 y 2017.
El año 2019, la tasa incremental del PIB boliviano fue de apenas 2,2% llevándole a experimentar su más bajo crecimiento en casi dos décadas, mientras que Santa Cruz creció en 4,2% el mismo año, vale decir, casi el doble.
Ahora… ¿qué pasó durante la crisis sanitaria y económica del año 2020, provocada por la pandemia de la Covid-19 que azotó a todos los países del mundo? Datos oficiales dan cuenta que, por causa de la recesión planetaria, el PIB nominal de Santa Cruz habría bajado a 11.376 millones de dólares con una disminución del 4,34% respecto del año anterior, 2019.
Era natural que algo así ocurriera, siendo que absolutamente las economías de todos los países en el mundo decrecieron inesperadamente —salvo la China, aunque registró su más baja expansión en décadas, con apenas un poco más del 2%— y Bolivia no fue la excepción ya que se dijo que la economía experimentaría su peor caída en 67 años (en 1953 decayó 9,5%), por cierto, mucho más que durante el descalabro provocado por la UDP en los años 80, cuando decreció en 4%.
Por tanto, si se cumple el pronóstico de que el PIB de Bolivia iba a caer 8,4% o más, a la economía de Santa Cruz no le fue tan mal, aunque lamentablemente a la del país le fue peor, pues su retroceso sería el doble de la cruceña. Pero, ¿por qué no decayó tanto el PIB regional, como lo hizo el PIB boliviano?
Viendo la estadística del INE es posible darse cuenta de la importancia estratégica del sector agropecuario que, en lugar de caer, creció más bien en un 4% y al tener una incidencia del 20% en la formación del PIB, amortiguó el bajón de otros sectores; incluso, lo mismo se puede inferir para el sector industrial que “apenas” cayó en 2%, algo doloroso, pero que ayudó a que el decrecimiento no fuera mayor, por tener a su interior al sector agroindustrial que no dejó de trabajar, a diferencia de otros sectores que se vieron afectados de manera generalizada por las rígidas restricciones derivadas de la cuarentena y el confinamiento.
La economía cruceña tiene su baluarte en los sectores agropecuario, agroindustrial y agroexportador. De hecho, Santa Cruz no decayó tanto como Bolivia gracias a dicho factor que no solo garantizó el año pasado la seguridad con soberanía alimentaria del país, sino que también exportó más de 2,5 millones de toneladas de alimentos al mundo, sin afectar el abastecimiento interno, y este año —el de la recuperación— viene ocurriendo lo mismo.
Con tales antecedentes, siendo la economía cruceña menos vulnerable que la boliviana, es de esperar que, con el paulatino retorno a la normalidad, Santa Cruz vuelva —ojalá— a sus altas tasas asiáticas de crecimiento.
El autor es economista y gerente general del IBCE
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ