Bolivia descuajeringada
Pude tomar el nombre del ensayo de Ortega y Gasset, España invertebrada, que trata, más o menos, sobre lo mismo, pero preferí la palabra “descuajeringada” por expresar con mayor acierto lo que nos sucede a los bolivianos. A Bolivia no solo se le ha roto la columna vertebral, como a la España de los años previos a la Guerra Civil, sino que está dispersa, desarmada, destrozada, agotada, descuajeringada, en suma.
La Bolivia que reinició su marcha democrática a partir de 1982 ya empezó mal, porque a menos de tres años de instalado en el Palacio don Hernán Siles Zuazo, el Parlamento le recortó un año de su mandato. El acto se lo mostró como constitucional, pero no lo fue tanto. Los sucesivos gobiernos navegaron pobremente, recurriendo a pactos políticos para poder sostener la vida democrática y la economía entre aguas turbias, pero en octubre del 2003 Sánchez de Lozada fue derrocado en medio de balazos y asumió el mando constitucional Carlos Mesa. Y a Mesa lo obligó a irse, antes de tiempo, la presión de los nacientes “movimientos sociales”. No se puede decir que había un modelo de institucionalidad en nuestro país, pero hubo habilidad para maquillarlo y la nación sobrevivía modesta, pero con excelentes perspectivas futuras por el descubrimiento de grandes yacimientos de gas y la captura de los esenciales mercados de Brasil y Argentina.
Hasta que ganó las elecciones Evo Morales para alegría de los más y pánico de los menos. Ahí se empezó a descuajeringar la nación. Se estableció un gobierno falsamente indígena, aunque sí de un extraño mestizaje resentido que odiaba a los criollos hispanos, pero también abusaba de los indios a quienes decía representar. Es fácil imaginar que nuevamente fue creciendo una rivalidad del altiplano y los valles con el oriente, principalmente con Santa Cruz. Un encono que en las últimas décadas había cedido y que el MAS se encargó de realimentar con un odioso andinocentrismo y un porfiado afán de querer imponer su impronta y, sobre todo, de avasallar tierras y pretender extorsionar a los productores cruceños con gravámenes y regulando sus exportaciones. El exvicepresidente García Linera declaró procazmente, hace algunos días, que el chantaje y el miedo era la fórmula que utilizaba para destruir a los privados y sustituirlos por empresas públicas, sin reparar en su ineficiencia.
Lo aplicado en Santa Cruz se realizó en el resto de Bolivia, siempre en nombre de falsas reivindicaciones indígenas y en favor de una imaginaria “despatriarcalización”, que no es otra cosa que robar a los que producen o ponerlos de rodillas, sometiéndolos a impuestos, multas, congelamiento de cuentas, y todo lo que les quite capacidad y ánimos para crear empresas.
A lo anterior se suma, que, además de Evo Morales que se preciaba de no haber leído jamás un libro, los masistas fueron expertos en apoyar a sujetos excesivamente peligrosos para la conducción del Estado. Fuera de muy pocos profesionales competentes, se puede afirmar que, tanto en el gabinete de ministros, como en el Parlamento y los altos cargos de la administración pública, se optó por la mediocridad de los adulones y obsecuentes. Así también sucedió con la justicia, donde la vergüenza ha llegado al colmo, porque la magistratura es designada por una Asamblea anodina y luego se la somete a una elección ficticia que los convierte en los jueces y fiscales que tenemos hoy.
Los Lanchipa, Iván Lima, Wilfredo Chávez, Rudy Flores, Juanito Angulo, los impresentables miembros del Tribunal Constitucional, los que pululan en los juzgados ofreciendo sus servicios mostrando la credencial del Partido, son el reflejo de la “cuerudez” y la picardía. Son los que tienen abusivamente encarcelada a la ex presidente Jeanine Áñez, con una ansiedad malsana y vengativa. Se puede afirmar que la justicia nacional está entre las más prostituidas del mundo.
Si Bolivia está dividida seriamente porque el ministro de Gobierno descubre, un año tarde, la película de que unos sicarios fracasaron en su intento de asesinar al candidato Arce, con lo que crea un tremendo conflicto interno que provocará más inquina; si los indígenas de la llanura marchan arrastrando su miseria en busca de equidad sin ser oídos; si surgen acusaciones de separatismo por todas partes; si el dudoso negocio de la coca se expande, vía MAS-IPSP, del Chapare hasta Perú y quién sabe dónde más; si para completar el panorama Bolivia está gobernada por los más incapaces y si el señor Arce solo sabe llamar a la violencia y el aborrecimiento, ¿cómo no vamos a ser una nación descuajeringada en peligro de inviabilidad? ¿No merecemos mejor suerte que ver cómo Bolivia se va destruyendo entregada a los peores conductores?
El autor es escritor
Columnas de MANFREDO KEMPFF SUÁREZ