Las almas vuelven en nosotros
Por estos días, mamá se ponía bien freguete: había que ir a comprar harina, huevos, manteca y todo por montón, y exigía que se hiciera el bizcochuelo especial de la tía María Elena y hacía cocinar sajta porque era el plato favorito de mi papá; el tío Víctor amasaba las mejores t'antawawas y las coronas y escaleras más bellas; el tío Santos horneaba, y así todo el mundo ayudaba.
Hace unos días me llamaron de RTP para preguntarme qué le gustaba de comer a mi madre para ponerlo en la mesa, y les dije que pescado o chancho. Después me puse a pensar en cómo le gustaba comer y cómo le gustaba el fútbol y aunque no bebía, le echaba su pisco sour en días especiales; cuando ganaba su Tigre, me mandaba a comprar sándwiches de carne de doña Carmen y se enojaba cuando la llajua no estaba picante.
Se sentaba en su cama mascando su coquita que no dejaba más que para salir a la calle, y trabajaba mientras veía bones y los sábados escuchaba Confidencias en Panamericana; una vez al mes me iba a recoger del trabajo y se encontraba con la comadre Mónica y las dos lamentaban haber entrado a política y se reían de mis ocurrencias.
Y así, me acordé de mil cosas de mi madre. Los detractores de Todos Santos dicen "los muertos no vuelven", yo no sé si vuelven sus almas a comer y así, pero sí sé que vuelven en nosotros porque los recordamos a lo largo de los preparativos de esta fiesta, mientras cocinamos la comida como les gustaba, con un poco más de sal, bien picante y no muy caliente y así cada año nos visitan y cocinamos y alistamos como si todavía estuvieran vivos, y de alguna manera lo están. Y es por eso que Todos Santos es importante.
La autora es coordinadora de contenidos y encargada del archivo histórico de RTP
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