La inactualidad de Zavaleta Mercado
Con un adarme de arrogancia tomo este título de una obra de Carlos Medinaceli, que él usó para criticar a Alcides Arguedas. Hoy en día René Zavaleta Mercado se ha convertido en un clásico de las ciencias sociales. El mejor homenaje a un clásico es un tratamiento crítico de su obra, no uno celebratorio. Así se mantiene vivo su pensamiento. Pero: ¿Es conveniente el legado intelectual de Zavaleta para comprender la Bolivia contemporánea? Por otra parte, la mayoría de los escritos en torno a Zavaleta tiene un carácter laudatorio y hasta religioso. Estos textos se hallan dentro de una fuerte tradición teológica, que no ha cambiado gran cosa desde la era colonial. Se dedican a recapitular, sistematizar, glosar e interpretar la magna doctrina, pero casi nunca ponen en cuestionamiento los principios zavaletianos y así no contribuyen a dilucidar la relevancia de este autor para entender nuestra realidad.
Los marxistas latinoamericanos y bolivianos —y Zavaleta Mercado no fue, lamentablemente, una excepción a esta corriente— usaban el marxismo como un instrumento aparentemente útil para explicarse su mundo y su época y también para allanar su camino al poder político. Las creaciones institucionales y el espíritu crítico y humanista que había generado el racionalismo a partir del siglo XVIII les eran indiferentes. El humanismo ha sido una planta mal adaptada en el clima social boliviano. Y esto no se ha modificado sustancialmente hasta hoy.
Pese a todo su talento, Zavaleta no practicó una actitud crítica con respecto a una modernización autoritaria, dirigida por un gobierno centralizado y exento de controles democráticos. No lo hizo con respecto al gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia (1952-1964) y tampoco con referencia a todos los regímenes socialistas a nivel mundial. Para él, las libertades individuales, el Estado de derecho y el pluralismo ideológico eran fenómenos muy secundarios. Lo importante para Zavaleta era el derecho del Estado de disponer sobre todos los recursos materiales y humanos en pro de las grandes metas históricas. Estas últimas eran definidas por una pequeña élite de iluminados, que, sin consultar a las masas, definía en nombre de estas el futuro de la nación.
En sus escritos Zavaleta deja vislumbrar, sin hacerlo premeditadamente, sus ideas vitalistas y teluristas, sus inclinaciones autoritarias, su apego a tendencias elitistas y tecnocráticas, su desdén por la proporcionalidad de los medios y su curiosa fidelidad a una ortodoxia marxista: la propalada en su época por la Unión Soviética (repetida sin sorpresas por el régimen cubano) y suavizada y mejorada por Antonio Gramsci. Algunos de estos aspectos pertenecen al núcleo de las tradiciones culturales bolivianas y latinoamericanas en la difusa esfera del pensamiento izquierdista.
Siguiendo una concepción tomada explícitamente de L. D. Trotzki, en un escrito de 1962 Zavaleta afirmó que había que pasar directamente a la producción altamente mecanizada, porque en Bolivia “el socialismo es un determinismo porque no hay lugar a la elección”. Seguidamente aseveró que Bolivia es “un país que tiene que industrializarse a marchas forzadas”. Zavaleta creía que la meta por excelencia era “la marcha hacia la industria pesada”. A esta meta, perteneciente al acervo estalinista, se debían subordinar, de acuerdo con Zavaleta, todas las actuaciones del Estado.
Hay que restringir el consumo masivo de la población, nos dice Zavaleta, y hay que limitar las obras de infraestructura social. Estas últimas son aludidas por él mediante expresiones claramente despectivas como “cloacas” y “escuelitas”. Las naciones que no propugnan una industria pesada como meta normativa son calificadas como despreciables (Paraguay: un “paisillo agrícola”; Argentina: una “semicolonia gorda”). Y como método para disciplinar a la población Zavaleta afirma que no hay que descartar el terror porque sí. Esta doctrina acerca de la necesidad absoluta de la industria pesada —para evitar el destino de ser sólo “un país pastoril”— se repite varias veces a lo largo de su obra.
Creo que estos argumentos indican aproximadamente porqué las teorías de René Zavaleta Mercado no son adecuadas para explicar el mundo actual, que trata de acercarse a un orden basado en el pluralismo ideológico y cultural, en la economía de mercado y en el Estado de derecho.
El autor es filósofo
Columnas de H. C. F. MANSILLA