Qué prime el “propósito superior”
Tiempos duros los que nos toca vivir: tiempos de lucha sin tregua para enfrentar el impacto persistente del “pandemonio” (pandemia del demonio) Covid-19 que no cede en el mundo y tampoco en Bolivia. Alguien afirmaba que la situación tan precaria, ahora particularmente en términos de salud, que nos acercaría a los seres humanos sin fronteras al intuir que somos finalmente parte de una “batalla común” en las vulnerabilidades padecidas, sería motivo suficiente para unirnos a fin de encontrar una salida integral y global al mal que agobia a la humanidad.
Sin embargo, en nuestras latitudes y no sólo, la división perdura y la lucha por el poder en contra del otro que piensa distinto se da sin descanso alguno. Cada cual, peleándola por sus razones que no dejan de recorrer el camino para imponerse sobre el otro. Con gran dispendio de energías y fuerzas que carcomen la posibilidad de “crecer juntos” para dejar un futuro distinto a nuestra niñez y juventud (tarea generacional tan noble cuanto olvidada).
Si seguimos atrincherándonos en nuestras verdades (que no dejan de responder a intereses de grupo de quienes quieren una cosa y no quieren la otra, simplemente por verse afectados en algún beneficio que no se quiere compartir y, menos, que no se quiere perder), como sociedad, no vamos a poder ir lejos, ni avanzar hacia mejores horizontes, ni aspirar a nada. Es tiempo de dar rienda suelta a la construcción de la “nación por voluntad” (Willensnation) para encontrar mejores días patrios.
Podemos ser masistas construyendo, podemos ser antimasistas construyendo. Donde debemos encontrarnos es en la complementariedad de la construcción de una sociedad que por fin responda a las necesidades de todas las personas que la conforman, con el concurso sistémico y sinérgico de voluntades que buscan realizar una visión colectiva para nuestra vida nacional (al estilo del machchamaki aymara, del esfuerzo de principio a fin, juntando las manos para un resultado de bien que debe ser de todos).
Demasiado tiempo (años, décadas, siglos) lo hemos dedicado a deconstruir en función del interés de unos en contra de otros. Es tiempo de pensar en un país de diversidades que se une alrededor de un “propósito superior” que es el bienestar final de todas y todos. Donde se debe aprender a compartir momentos de renuncia, si fuera necesario, para lograr el bienestar colectivo y donde se debe estar dispuestos a sacrificar una porción de poder si se pretende construir condiciones de verdadero crecimiento ciudadano. Aunque no parezca (pero es cuestión de creerlo firmemente), todas y todos saldríamos ganando. ¿En corto plazo? Difícil...
En el camino, hay que dejar de pensar que podemos estar bien solos. Dejar de creer que nuestro bienestar se fundamenta en la postergación de aspiraciones colectivas por una buena salud, una mejor educación y un mayor acceso a servicios básicos para todas y todos. A cien años de su nacimiento, es bueno recuperar principios básicos de las enseñanzas del pedagogo brasileño Paulo Freire, como ser, la importancia del diálogo para la transformación y superación de una realidad que oprime, y la consigna clara que “nadie libera a nadie, ni nadie se libera sólo ya que los hombres se liberan en comunión”.
Sembremos el camino de acciones que hagan de nuestra experiencia terrenal un aporte digno a la construcción de algo en común, superando intereses de grupo y anhelos pequeños sectoriales de cualquier índole para que todas y todos podamos vivir en plenitud, sin dejar a nadie atrás.
El autor es investigador del Centro de Estudios Superiores Universitarios ( CESU)-UMSS
Columnas de SILVANO P. BIONDI FRANGI