¿Potencia médica o “fake news”?
Una parte del subsidio soviético (65 mil millones de dólares en 30 años) financió la salud y la educación en Cuba. Había que cumplir la promesa de igualdad material, así fuera con dinero ajeno. La propaganda difundió grandes logros en atención primaria en salud (APS), baja mortalidad infantil, adelantos científicos médicos y solidaridad internacional. Sistema perfecto, promesa cumplida. Invitación irresistible a escarbar.
Los artículos El clandestino sistema de salud privado en Cuba de Hilda Molina (2009) y ¿Cómo consigue Cuba una sanidad con índices de país rico? de Álvaro Fuente (2017), identifican cuatro niveles de atención de salud en la isla: 1º, gratuito y de calidad, para dirigentes y altos funcionarios del régimen, sus familiares, amigos y protegidos, aun cuando prefieran servicios de y/o en el extranjero como Fidel Castro, su viceministro de salud Abelardo Ramírez y el neurocirujano jefe de un centro especializado, según El País de España en enero de 2011. 2º, pagado y de calidad, para extranjeros con divisas. 3º, pagado y clandestino, para “clientes” cubanos pudientes. 4º, público y deficiente, para la mayoría de la población, pobre y carente de divisas; esa gente respecto de la cual fuentes cubanas informan hoy mismo que, si pueden (el salario mínimo es 2.100 pesos cubanos), pagan 350 por una consulta y 5.000 por el diagnóstico de una dolencia en servicios “extraoficiales.
Molina y Fuentes también apuntan la existencia de soborno y prebenda en el acceso a los servicios, o la condena a la salud gratuita y universal sobre la cual Odalys, paciente del hospital Salvador Allende, citada por Fuentes, sentencia: “se hace insostenible en este país, ya no es la falta de especialistas, es que tenemos que traernos todo, acabo de salir a comprar un bombillo para tener luz en la habitación. He llamado a mi casa para que me traigan también ropa de cama, toallas, incluso papel sanitario. No hay camilleros y he visto una familia transportar a su hijo enfermo hasta la habitación. Sanidad gratuita y universal, sí, pero la tienen descuidada y es muy informal”.
Acerca de la mortalidad infantil, la OPS consigna en 2019, una tasa de 4,9 para Cuba, éxito total si se considera que Canadá y Francia tienen 4. Dato discrepante con el estudio de Roberto M. González, de 2015, que concluye que “un número de muertes neonatales se reportan como prenatales, lo que reduce, artificialmente, la cifra de muertes neonatales —o sea la tasa de mortalidad infantil (…)”, dato ratificado por el académico Ariel Ruiz Urquiola ante el Parlamento Europeo en febrero de este año: “Cuba camufla los valores reales de los indicadores de la salud pública. Dice tener una tasa de mortalidad infantil asombrosamente baja porque las muertes neonatales tempranas son falsificadas de forma intencional y sistemática como muertes fetales tardías. Los estudios científicos independientes han demostrado que el índice es tres veces superior al que el gobierno militar de Cuba comunica. El estudio periódico universal de Cuba, por su parte, de las NNUU, es compatible con este hallazgo. Así, en un párrafo, el Secretario General de la ONU, se congratula de la baja mortalidad infantil declarada por Cuba, mientras dos párrafos más adelante, se sorprende del desorbitado crecimiento de la tasa de abortos en el país”.
Sobre los adelantos médico-científicos, una publicación de El País de España de enero de 2011, tiempo de subsidio venezolano a Cuba, anota quejas de los médicos por no tener acceso a internet y por su escasa participación en eventos internacionales. En la Jornada de Mujeres de Coniagro en 2017, Hilda Molina recordaba sus reflexiones tempranas sobre la realidad en su país: “nosotros no podemos ser una potencia médica (…), nos tienen aislados, no hablamos con nadie, no hay información, ¿cómo yo puedo saber que soy la mejor? Si la mejor, el mejor, sale de la confrontación, del intercambio, de ahí empecé yo a inquietarme, ¡por los enfermos!, me decía: ‘los estamos engañando”. Engañado también se sintió un oftalmólogo boliviano que oyó de la cura cubana para la retinitis pigmentaria y fue tras ella a la isla. Lo que encontró fue una vía espuria de obtención de dólares de extranjeros crédulos ansiosos de sanar; adición a la lista de “hallazgos” nunca habidos, como la cura del vitíligo o la vacuna Troxidal contra el VIH, proyecto de 30 millones de dólares “liderado por el sobrino del expresidente Richard Nixon” según refiere Andrés Parra en publicación de cubacute.com, el 23 de junio pasado.
El broche de oro: la solidaridad internacional, las misiones médicas en el extranjero, presentadas como gratuitas. Una solidaridad muy onerosa para los países que la reciben, los cuales en total pagan al régimen cubano un promedio de 8.000 millones de dólares por año por concepto de salarios a los médicos, que se encuentran sometidos a condiciones de trabajo forzado, reducidos a medios de producción en favor de un sistema que no considera a las personas en su dimensión individual, con dignidad y derechos, como ha denunciado internacionalmente Prisoners Defenders.
Las denuncias de uso político del servicio de salud contra los disidentes y activistas por derechos humanos internados en hospitales mediante uso de placebos, inoculación de virus, aplicación de electroshock, suministro de drogas alteradoras de la conciencia, alteración y/u ocultación de las historias clínicas, y personal médico en ejercicio de tareas de seguridad del Estado, añaden sombras al oscuro panorama presentado, cuya portada son los 26 pacientes muertos en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en enero de 2010, desnutridos y sin abrigo.
Todos los datos aquí referidos están disponibles en la Internet; que se anoticie a las organizaciones internacionales que presentan este desastre como el modelo a seguir.
La autora es abogada
Columnas de GISELA DERPIC