Educación física, la profe odiosa y el sah bun
Las clases de educación física eran lo que más odiaba del colegio, la profesora maltrataba a quienes no podíamos jugar básquet o volibol, o a quienes no podíamos correr alrededor del patio. Nos insultaba y nos llamaba flojas o inútiles y se burlaba de nosotras, a pesar de que yo ponía mi mejor esfuerzo como en todas las materias, pero simplemente no podía.
Por suerte, al cuarto año, teníamos la opción de elegir una especialidad en deportes: básquet, volibol, atletismo o karate; nunca me había interesado karate, pero por escapar de los maltratos, estaba dispuesta a todo. Grande fue mi sorpresa cuando encontré mi lugar en las artes marciales. El instructor era estricto y muy disciplinado, pero nos respetaba y nos enseñaba con cariño y buena onda, nunca con humillaciones ni gritos.
Así logré tomar muchos cursos: tang soo do, kenpo, kyokushin, wu su y hasta capoeira. Y mi cuerpo vio los resultados, llegué a amar hacer ejercicio y más porque era algo que me gustaba y con un maestro que no me enseñaba sólo a pelear, sino integridad, concentración, valor y perseverancia. Fue lo mejor.
Hace mucho que no hago artes marciales y he sustituido el karate con la danza, donde también tuve y tengo maestras alucinaaantes, que me enseñan a escuchar y amar a mi cuerpo y una vez más, los resultados de la práctica, del amor y del entusiasmo, se pueden ver en mi cuerpo que no sólo está súper saludable, sino tonificado y ágil.
Creo que si hubiera terminado el cole con esa profesora horrible, habría odiado no sólo la actividad física, sino también mi cuerpo y mi "incapacidad". Gracias a mis otros instructores, aprendí y me hice fuerte y además aprendí a amar los deportes y a tener mi cuerpo como una herramienta, siempre bien mantenido y amado. Cuánto hace el modo en que enseñamos, y, al final de cuentas, transmitimos lo que somos al hacerlo.
¿A ustedes les gustaba educación física?
La autora es historiadora
Columnas de SAYURI LOZA