El silencio de Itamaraty
Si existe una diplomacia reconocida como eficiente en Latinoamérica, esa es la brasileña. Itamaraty, su Cancillería, siempre ha sido considerada como modelo de manejo diplomático, próximo a la perfección comparada con sus vecinos. Prudente, pero oportuna y firme cuando las circunstancias lo requieren, Brasil se benefició de un formidable y envidiable respaldo con los profesionales que formó desde las épocas del barón de Río Branco.
Es por eso que nos extraña que Itamaraty no se haya manifestado sobre las acusaciones que el Gobierno de Bolivia ha lanzado contra la expresidente Jeanine Áñez, en sentido de que mantuvo una o más reuniones clandestinas con el primer mandatario brasileño, Jair Bolsonaro. Una acusación de esa magnitud es muy grave. Quien calla, otorga, dice la tradición y si Itamaraty calla, significa que admite que el señor Bolsonaro se reunió personalmente con su colega boliviana, lo que puede provocar consecuencias graves.
Una reunión secreta entre ambos, podría no tener mayor importancia. Muchos mandatarios lo han hecho a menudo por razones de Estado. En el caso presente lo que preocupa es que el gobierno boliviano, a través de su ministro de Gobierno, ha afirmado que Jair Bolsonaro tuvo participación en ese “golpe” que ha inventado Evo Morales, para echarle tierra al enorme fraude electoral que realizó en las elecciones del 2019. Si esto no se aclara (escribo el día martes 25) Bolsonaro quedaría como un intruso conspirador extranjero, y a Jeanine Áñez se le podrían agregar más cargos en su contra y volver sobre esa acusación sin fundamento de “sedición y terrorismo”. Es decir que, por no aclarar las cosas de parte de la diplomacia brasileña, la expresidente podría ser sentenciada a 12 años de prisión. El melindroso y nada confiable Fiscal General del Estado, Juan Lanchipa, ya está montando un escenario, al más puro estilo masista, para el sacrificio final de Jeanine Áñez.
Ante el inexplicable silencio de la acusación proveniente del diario Página 12, de Buenos Aires, y de una misteriosa diplomática boliviana cuya identidad se desconoce, la expresidente Áñez ha enviado una carta al señor Jair Bolsonaro, donde le pide que emita un pronunciamiento “claro y sincero” sobre el tema; todo en aras de la verdad, la justicia, y en defensa de la democracia, siempre amenazada en estas tierras. La exmandataria admite que tuvo contacto con su entonces colega el presidente Bolsonaro, vía plataforma virtual y telefónica, durante la 56 Cumbre del Mercosur. Y probablemente pudo tener otros contactos por la misma vía, que es lo menos que se espera si se actúa responsablemente atendiendo a las relaciones con el vecino comercial más importante que tiene Bolivia.
Todo aquello está muy lejos de lo que dice el gobierno boliviano, cuando expresa que hubo una reunión “personal y secreta” entre Áñez y Bolsonaro, para lo que la exmandataria habría utilizado el avión presidencial. Eso significaría que Jeanine Áñez salió de forma subrepticia del país, cometiendo una violación de la norma constitucional, lo que no tendría por qué haber hecho.
Hasta hoy los medios nacionales no han dado importancia a esta aparente peligrosa calumnia contra Jeanine Áñez y Jair Bolsonaro. La prensa ha estado con los ojos puestos únicamente en los tres importantes jefes policiales ligados al narcotráfico durante el gobierno de Evo Morales y a las pillerías sobre ítems y ambulancias fantasmas, que provocan enorme vergüenza.
Es necesario, por tanto, que Itamaraty se pronuncie y ponga en claro si el presidente Bolsonaro se reunió entre gallos y media noche con su colega boliviana, porque este es un asunto que no puede quedar en el aire, peor si se sospecha que es una maniobra del MAS para perjudicar políticamente a Bolsonaro, a quien detesta, y para echarle más culpas a una mujer valiente y patriota como Jeanine Áñez, encarcelada abusivamente y sin pruebas de ninguna naturaleza en su contra.
No quisiéramos pensar, porque nos abochorna, que la diplomacia brasileña haya preferido el silencio ante las acusaciones del ministro de Gobierno de Bolivia, pensando, tal vez, que las cosas que dice y que hace no merecen de ningún comentario, por incoherentes e irracionales.
El autor es escritor
Columnas de MANFREDO KEMPFF SUÁREZ