Números idiotas
En el área urbana de Bolivia nos ganamos el pan de cada día alrededor de 4 millones 266 mil personas. Casi la mitad, 1.780.000, somos mujeres, lo que equivale al 45,7% del total de ocupados. Tal vez la cifra haya aumentado. No lo sabemos con certeza.
Digamos que llegamos a dos millones. Y sumadas al resto de la población rural nos acercamos a tres millones.
Cada día nos ocupamos de llevar el sustento a la familia y supongamos que estamos casadas, con tres hijos. Hace un par de años la pandemia nos golpeó. Algunas salimos indemnes y a otras el virus nos dejó sin familiares y con deudas.
El día a día, tan perentorio en sus apremiantes necesidades, nos despertó la creatividad para hacer “lo que sea” con tal de tener platita y comprar pan, leche, algo de carne y fideos para ingeniarnos y vivir. Lo hicimos antes y después de las cuarentenas. Con o sin marido al lado.
Entonces, cuando nos dicen que Bolivia cerró el 2020 con una deuda externa pública de $us 12.171 millones, la más alta en la última década, o que, al 28 de enero de 2022, el Banco Central de Bolivia registra $us 4.511 millones en Reservas Internacionales Netas y de ese total, $us 1.441 millones son en dólares, la más baja en los últimos 17 años, o cuando hace poco el Gobierno boliviano colocó 850 millones de dólares en bonos soberanos de un total de 2.000 millones de dólares, calificándola como una “venta exitosa”, en realidad nos vale un comino. Lo que nos importa es evitar el hambre y la enfermedad en nuestras familias. Llegar a fin de mes.
Para nosotras, esos números son idiotas. No nos dan lo que necesitamos. Así que cuando buscamos las ferias del contrabando, los contenedores de ropa usada, las ferias de la 16 de julio, de la Uyustus, de Barrio Lindo o de 1º de mayo lo hacemos por necesidad.
Nos piden que cuidemos a la industria nacional y que no compremos contrabando. Que pidamos factura en cada compra, pero ¿para qué? Que seamos patriotas y que cuidemos la salud porque “quién sabe de dónde vienen esos productos o cuándo han vencido realmente”. Pero ¿saben? El patriotismo se acaba cuando comienza la precariedad, cuando aparece la desesperación y la angustia por comer lo que se venda al menor precio posible. La gente no vive de la propaganda del Gobierno ni de los posteos anticontrabando.
Algunas hemos buscado un trabajo estable y encontramos puertas cerradas. Otras, como emprendedoras, descubrieron que el sistema de Impuestos Nacionales está diseñado para succionarte hasta la esperanza. Que Bolivia tenga una economía informal del 84% es consecuencia directa de ello. Hay un divorcio irremediable entre el discurso y la realidad, peor aun cuando se gastan millones de bolivianos en propaganda en medios “alineados” para hacerte creer que todo está bien y que “estamos saliendo adelante”, cuando la realidad es otra.
Un simple ejemplo: más de 600 departamentos están abandonados en la ex Villa Sudamericana, en una zona precaria. Las autoridades les dieron un “precio especial como vivienda social de sólo $us 50.000. Ninguno fue vendido. ¿Por qué sucedió esto? Porque mentir con números es fácil, pero ponerse en el lugar de la gente, no tanto.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER