El populismo cambiario y el contrabando
Los empresarios bolivianos realizaron una Cumbre para la Reactivación Económica y Productiva la pasada semana. Sin duda alguna, una gran iniciativa cuyas conclusiones y recomendaciones el Gobierno debería tomar en cuenta. Recordemos que la administración de Arce también ha realizado sus propias cumbres con movimientos sociales afines, en las cuales una parte importante del sector privado estuvo excluida.
Los empresarios han identificado como los principales problemas del país al contrabando y la informalidad. Este es un cuestionamiento al modelo primario exportador comerciante que está vigente hace 15 años. Pone en duda a uno de los pilares del populismo económico.
La política económica de los populismos busca crear clientelas a las que distribuir rentas o recursos. El populismo económico cree que dividiendo la misma pizza en más pedazos ésta crece automáticamente; su afán principal es distribuir rentas surgidas en una bonanza externa pasajera y no así del aumento de la productividad y la producción.
Con la nacionalización o más precisamente con el aumento del Impuesto Directo a los Hidrocarburos ( IDH) implementado antes de la administración del MAS, el Gobierno capturó una renta gigantesca que se originó con el incremento de los precios del gas natural y, a través de diferentes mecanismos, transfirió estos recursos a gobernaciones, municipios, universidades y grupos sociales (diferentes bonos).
La agroindustria también captura parte de una renta gracias a los precios subsidiados del diésel que benefician a este sector.
A través de una política impositiva muy laxa, el Gobierno permitió que el sector minero, en particular los cooperativistas, capturara una parte significativa de las rentas generadas también por la bonanza externa provocada por el incremento de los precios internacionales de los minerales.
Otra renta que creció, en los últimos 15 años, estuvo vinculada al circuito coca-cocaína y benefició a ciertos productores de hojas de coca y a otros sectores de la cadena de valor de esta actividad.
Ahora bien, los recursos o rentas generadas por los sectores mencionados produjeron una enorme burbuja de consumo, privada y pública, que permitió el crecimiento significativo del comercio formal e informal. Así se creó la renta comercial que fue posible de ser capturada y distribuida gracias a la mantención del tipo de cambio fijo y la apreciación del tipo de cambio real. O sea, el populismo cambiario. En estas circunstancias, las importaciones legales subieron de 2 mil millones de dólares, en 2005, a más de 10 mil millones de dólares en el auge de este modelo, allá por el año 2014. Ahora las importaciones bajaron ligeramente, pero aún son elevadas. En 2021, llegaron a 9 mil 559 millones de dólares.
Recordemos que el valor del dólar en Bolivia se mantiene invariable hace más de 10 años. Estas condiciones cambiarias también produjeron un auge del contrabando cuyo valor, en una estimación modesta, podría estar en torno de 2 mil millones de dólares por año. El sector comercial legal e ilegal y de servicios conexos es el mayor empleador de Bolivia. En torno de 2,5 millones de personas trabajan o son cuentapropistas en este sector. Recordemos que más del 80 por ciento del empleo en Bolivia está en el sector informal, el grueso vinculado al comercio.
La apreciación del tipo de cambio real también permitió importar inflación baja, dado que los productos que venían de los socios comerciales llegaban mucho más baratos. Precios más bajos mejoraron los ingresos y salarios.
El incremento, legal e ilegal, de las importaciones en gran medida, aunque no exclusivamente, se financió con la inversión y el gasto públicos y las rentas generadas en los sectores primario exportadores. Ambos introdujeron mucho dinero a la economía, generando un efecto multiplicador que se destinó a la compra de bienes y servicios externos y sin duda ayudó a reactivar el aparato productivo, pero de China, Brasil, Perú y Argentina.
Lo paradójico del populismo económico boliviano es que para enfrentar el neoliberalismo aperturista de los 90 usó un discurso endogenista y nacionalista, pero en la práctica abrió mucho más la economía y abrazó con más ahínco la globalización comercial. Al igual que en el pasado, los perdedores de este proceso de apertura, comandado por el mercado y la informalidad, fueron los productores nacionales que enfrentaron importaciones baratas legales e ilegales y los exportadores no tradicionales que perdieron competitividad.
Por lo tanto, es correcto el apunte de los empresarios: uno de los principales problemas de la economía es el contrabando. Sin embargo, pensar que este se resuelve con medidas administrativas es incompleto; el énfasis debe estar, más bien, en el impulso a un modelo productivo que supere el rentismo populista. Por tanto, se debe resaltar las otras medidas estructurales propuestas por la cumbre, como la formalización de la economía, la transformación de la normativa tributaria, laboral y comercial, el acceso al crédito y la implementación alianzas público-privadas, entre otras. En suma, un cambio del modelo en dirección de un desarrollo sostenible y sustentable basado en la innovación y la tecnología.
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.