El oro que destruye nuestros ríos y áreas protegidas
La subida del precio del oro en el mercado mundial, más que ser una noticia positiva en un país de riqueza aurífera como el nuestro, es en extremo preocupante. Explico por qué.
Primero, la relación entre lo que explotamos en toneladas y lo que recibe el Estado en regalías e impuestos es miserable, ya que por ejemplo en 2021 el valor de producción del oro en Bolivia alcanzó más de 1.000 millones de dólares, pero las regalías que recibió el Estado no sobrepasaron los 40 millones de dólares, es decir, nada.
Segundo, cabe señalar que, en nuestro país, al menos un 85% de la actividad minera es cooperativizada y no cumple con los procedimientos o las normas vigentes, entre lo que se destaca la utilización indiscriminada de mercurio en la minería; Bolivia, año tras año, ha ido incrementando sus importaciones de mercurio, con un aumento exponencial en 2021 con 200 toneladas de mercurio que ingresaron al país, sustancia que está envenenando los ríos y matando nuestra rica biodiversidad; de hecho, en la actualidad los pueblos indígenas de tierras bajas sufren un nuevo atropello, fuera del avasallamiento de sus territorios: se encuentran expuestos al consumo de alimentos y agua envenenada, un genocidio del cual es cómplice el Estado Plurinacional.
Tercero, el poder económico del sector cooperativista y su alianza estratégica con partidos políticos han tomado por asalto el poder del país, pues tienen alta influencia en la política boliviana, lo que ha impedido el cumplimiento de tratados y acuerdos internacionales del Estado boliviano, en una franca violación al derecho internacional y los Derechos Humanos, como el Convenio de Minamata, el Acuerdo de Escazú y la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Cuarto, esta fiebre de oro está destruyendo los parques nacionales, ya que están siendo avasallados, sin que la Policía o los ministerios puedan hacer algo: la Autoridad Jurisdiccional Administrativa Minera, AJAM, brilla por su ausencia, las alcaldías igual y los pocos guardaparques, sin provisiones y equipos, tienen que resistir en condiciones desiguales por mantener nuestra principal herencia de vida, como son las áreas protegidas, y sin ir más lejos en Apolo cooperativistas se dieron el lujo de disparar a comunarios, ante la impunidad total y silencio del Estado.
Así, mientras con el oro de todos los bolivianos se enriquecen unos cuantos, se va destruyendo la vida misma y se tira al piso el derecho a un medioambiente saludable y los derechos de la madre tierra que tanto pregonamos en el exterior.
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ