La tristeza bailada
Pareciera que la felicidad está ligada al universo de la empiria, del goce de los sentidos. Son los sentidos los que se regocijan ante la expectación de un paisaje. Los sentidos se deleitan con el canto de los pájaros. Los sentidos se erizan de encantamiento cuando las pieles se rozan. De esa manera, la felicidad se torna simple, de cauce tranquilo y cristalino.
La tristeza, en cambio, aparenta pertenecer al universo de la mente. La mente se enreda, juega malas pasadas, se miente a sí misma o se pierde en delirantes fantasías. La mente complica lo que toca. Es la mente la que torna en punzante duda a la contemplación. La mente trastoca la abundancia en cálculo. La mente convierte al deseo en abismos a los que solemos llamar amor.
La dualidad entre la mente y los sentidos es un eterno dilema humano. Vertientes filosóficas fundamentales como el idealismo y el empirismo se inclinan por una u otros para explicar el origen de la conciencia y la percepción. No obstante, en la vivencia misma de la dualidad revolviéndose en las entrañas de uno, el asunto no es tan claro. Es un ejercicio interior muy difícil el atisbar cuándo terminan los sentidos y cuándo se entromete la mente. Igualmente, la felicidad y la tristeza suelen ir entremezcladas, donde hay alguna siempre asoma la otra.
El arte expresa muy bien esa confusión ontológica; en el arte se manifiestan tanto los sentidos como la mente. Aunque abundan los ejemplos, el caso de Brasil es notable. De un violento choque cultural sacaron música. De la tragedia de la esclavitud hicieron danza. La melancolía marina del fado, la irreverencia de los ritmos africanos y el sonido selvático de lo indígena irremediablemente se mezclaron y dieron a luz a la Música Popular Brasileña (MPB). Más tarde se agregó un complejo ingrediente más: se sumó el jazz y nació la bossa nova.
Tanto la MPB como la bossa nova llevan al sensual movimiento del cuerpo, como otros ritmos tropicales, despiertan a los sentidos y llaman al desborde. Al mismo tiempo, en esos géneros se pueden encontrar canciones desgarradoramente tristes. La tristeza bailada.
Un día de melancolía, traté de enumerar las canciones tristes y bailables que conozco de la MPB y la bossa nova. No terminaba de contar, son muchas, dulces, terribles, profundas y en este pequeño espacio sólo mencionaré algunas.
La primera que se me vino a la memoria fue un poema de Candeia musicalizado por el emblemático Cartola, padre de la samba, obrero y bohemio que brotó de las injusticias y carencias de las favelas. “Deixe-me ir (Déjame ir)/Preciso andar (Preciso andar)/Vou por aí a procurar (Voy por ahí a procurar)/Sorrir pra não chorar (Sonreír para no llorar)…”, dice la letra de “Preciso me encontrar”, canción conmovedora, muchas veces llevada al cine para ambientar las escenas más dolorosas.
Si se trata de esa tozuda insistencia de la alegría mientras las circunstancias agreden y la mente llora, la samba ofrece bastante. Un sambista con el corazón roto promete su tradicional concurrencia carnavalera en “Tristeza pe no chao” (Armando Fernandes - “Mamão”): “Vai manter a tradição (Voy a mantener la tradición)/Vai meu bloco tristeza e pé no chão (Irá mi bloque con la tristeza en los pasos)”.
En “Canto Das Três Raças” (Paulo César Pinheiro), canción sociológica por esencia, la potente voz de Clara Nunes recuerda: “E de guerra em paz, de paz em guerra (Y de guerra en paz, de paz en guerra)/Todo o povo dessa terra (Todo pueblo de esta tierra)/Quando pode cantar, canta de dor (Cuando puede cantar, canta de dolor)”.
Otras veces, atizada por el sincretismo de las creencias populares, la MPB musicaliza blandos rezos desde los humildes, una fe dulcemente ingenua y desamparada. “Antonico” (Ismael Silva) versa del ruego por un amigo en desgracia a través de la mansa voz de Gal Costa: “Ôh Antonico vou lhe pedir um favor (Oh Antonico, voy a pedirte un favor)/Que só depende da sua boa vontade (Que sólo depende de tu buena voluntad)/É necessário uma viração pra o Nestor (Es necesario un giro para Nestor)/Que está vivendo em grande dificuldade (Que está viviendo en grandes dificultades)”.
Si de canciones tristes de amor se trata, en la MPB y la bossa nova abundan. Lacerante y excelsa es “Atrás da porta”, canción compuesta por Chico Buarque, el compositor que suele colocarse en los zapatos del universo femenino. “Quando olhaste bem nos olhos meus (Cuando miraste bien mis ojos)/E o teu olhar era de adeus/ (Y tu mirada era de adiós)/Juro que não acreditei (Juro que no lo creí)/Eu te estranhei, me debrucei (Te sorprendí, me derramé)/Sobre o teu corpo e duvidei (Sobre tu cuerpo y dudé)/E me arrastei, e te arranhei (Y me arrastré y te arañé)/E me agarrei nos teus cabelos (Y me agarré de tus cabellos)/Nos teus pelos, teu pijama (De tus pelos, tu pijama)/Nos teus pés, ao pé da cama (De tus pies al pie de la cama)”.
Y así a veces me la paso, embrujada con música. Y qué bella es nuestra América Latina porque si de música maravillosa y profunda se trata, habría que hacer un estudio extenso por país y por tema.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA