19 días
Hace rato sostengo que hay similitud entre los políticos nacionales y los estadounidenses: la pulga y el elefante. Me ratifico.
Esa terquedad mía fue corroborada una vez más el otro día, cuando un lector observó los 19 días transcurridos entre meter a la cárcel a un narcotraficante y presentarle cargos, tiempo suficiente para que el sospechoso preso llamase por teléfono a “chipirindinga” y ordenase poner a nombre de testaferros sus cuantiosos bienes, producto tal vez de su “honesto laburar por el partido”.
No es de extrañar en un país donde los oficialistas venderían el tren bala antes de terminarlo (¿eficiencia masista?); reúnen empresarios para analizar “avasallamientos” o crean otra comisión para hacer “seguimiento” a lo que no son otra cosa que asaltos a la propiedad privada (¿eficacia empresarial?); o la Policía destituye a uno que participó en un motín (seguro por denunciar que “su ‘teñente’ se comió su ‘rancho’ (¿glotonería o angurria?)”. Entrarían en tal categoría las presiones para que Camacho declare en La Paz; el audio revelador del plan para desprestigiar al Colegio Médico; Evo Morales clama por unidad, mientras los masistas resisten su caudillismo y Choquehuanca arguye que “no quieren nuevos líderes” y no les van a detener.
Al día siguiente se confirman vaticinios: mientras el mundo se asombra con vistas nunca vistas del universo, en Bolivia descubren otro enclave atacado de la metástasis cancerosa de los loteadores asaltantes; los jerarcas aconsejan, sabios ellos, de ampliar la vacación escolar donde nadie usa barbijo, se hicieron pinchar unos cuantos “alaracos”, en un país donde la mayoría le hace el quite a las vacunas y algún radical opta por vender a su bebé en vez de hacerle llorar con el pinchazo; parásitos cocaleros piden más subvención y otros opinan que debería subir el precio del pan; llegó el sur a Santa Cruz y no fue necesaria ninguna declaración en Charaña; por fin se postergó el Censo para no dar más escaños a los “crucos”.
En Estados Unidos, en vez de procesar a Trump por evasión de impuestos, sus opositores están empeñados en sacar el jugo hasta la última gota a su complicidad sediciosa. Por fin entendí por qué: “tupido” de mí (versión del despreciativo calificativo, pero sin “es”, ya que los cambas comemos las “eses” -sin “hache”, aclaro). Concluí que la comisión inquisidora está menos interesada en apego a su Constitución y más en punir a Trump para restarle votos. No obstante, así los demócratas acertaron de refilón, es pertinente anotar que hay suficiente evidencia de transgredir la Constitución de EEUU y la complicidad del egocéntrico expresidente en la asonada subversiva del 6 de enero de 2021.
Ahora una disidente del partido republicano denuncia intentos de Trump para influir ilegalmente en algún testigo, mientras el presidente del jurado inquisidor achunta al meollo del asunto: reconocen que el asalto al Capitolio fue un atentado a la democracia con un abanderado en la Casa Blanca. Menos mal, salió al paso de un eventual resbalón a la Guerra Civil 2.0, ojalá que sin secesión...
Sin embargo, quedan dudas sobre si el gran país de Lincoln trastabilla a la categoría de “fallido”. Es apelativo que parece juntar gatos con pajaritos, como esa Unión Europea que conspira contra las guatas de sus miembros en cónclaves opíparos, mientras que a Putin se le acaban los muertos por bombas en su “operación especial” en Ucrania.
Más apropiado para Bolivia sería un convite con papas, ocas y chuño en aguayo tradicional en el suelo y sin servilletas ni cubiertos, so pretexto de ser “originarios”. ¿Cuántas contrataciones por ser “del Partido” se reducirán al congelarlas por unos días? ¿Cuántos jubilados morirán sin aumento de rentas en su huelga de hambre? Mientras tanto, siguen en caída libre los ingresos del gas y quedaron en el baúl del olvido los proyectos del litio, el hierro del Mutún, la carretera bioceánica, el puerto en el río Paraguay y la Marina de Guerra boliviana en muelles peruanos en Ilo. ¡Ah!, pero igual que en Argentina no se devaluará la moneda, en Bolivia tampoco.
¡Qué caray!, mejor me quedo con “la chiguana cinturita” de Francisquita…
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO