Sin censo no hay nación
Anoche entretuve mi soledad mirando un programa de Discovery Science, en que connotados astrofísicos explicaban un tema espinoso para novatos: existe un universo paralelo, un micromundo además del que conocemos los humanos. Yo había elucubrado uno similar. Antropocéntrico que soy, imaginaba uno con minúsculos planetas de seres extraños que tal vez nos visitarían, o ya se habían manifestado en fugaces apariciones de platillos voladores, o existían en formas increíbles en fondos marinos.
Una científica revolvió mis neuronas con la posibilidad de que los virus fueran nuestros ancestros. Sobre la base de polizontes o residuos de otros mundos que chocan con la Tierra como cometas o asteroides, la vida ha evolucionado en formas virulentas que pueden causar daño o ser benevolentes en su existencia dentro de nuestros organismos. El coronavirus actual, los pasados bichos que diezmaron poblaciones, como el ántrax, etc., explican las mutaciones de “malos” virus, producto quizá de comer pangolines o de la relativa suciedad de los pobres.
De ahora en adelante, evitaré la cola de lagarto y lamento haber degustado la carne blanca del tatú que halé de su cueva en la pampa movima. Pero vejete que soy, y encima beniano boliviano come-carne de res, dudo excluir de mi menú el revuelto de hígado y la costilla al horno. Cerraré los ojos al degustar un picante de gallina, porque los pollitos ya no dicen pío-pío como en la rima infantil, porque vienen de ruidosas granjas. Si me tornara vegetariano, ¿ya no mondaría los huesos del lambreado de conejo cochabambino?
La bomba atómica en Hiroshima puede haber desplazado al 6 de Agosto, al matar miles de japoneses en esa fecha, cumpleaños de mi patria Bolivia. Para mí, no. Prefiero la bandera tricolor que flameará en mi balcón, y celebro “la unidad en la diversidad” de antaño, en vez de fábulas sobre “originarios” y tucuimas parecidos que quieren embutir a fuerza de repetirlos. Como decía Goebbels, propagandista de Adolfo Hitler: “miente, miente, que algo queda”.
Prefiero el virus de la libertad. Aunque signifique tener de ancestro alguna mutación de virus primigenio. Basta del afán masista de imponer la primacía aimara en una patria mestiza, cultural o biológicamente, como el resto de Latinoamérica.
¡Viva el 6 de Agosto! ¡Viva Bolivia!
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO