Tres acosos y un culebrón
Está claro que el acoso está de moda. En Bolivia se pueden citar varios, que difieren en sus razones y características, pero escarbando se llega al mismo trasfondo: la política deformada a la politiquería. No siento vergüenza al confesar que apelo a un filme para desglosar un trío, unidos a un culebrón (como le llaman los españoles) en que han convertido una insurrección presidida por un expresidente golpista en Estados Unidos.
La postergación del Censo de Población y Vivienda 2022 inspiró el primer ejemplo. La laxitud de ejecutivos del Instituto Nacional de Estadística (INE), quizá debida a la incapacidad de ejecutivos quizá nombrados a dedo por su filiación partidista, o porque el Gobierno no tuvo tiempo para acarrear leales a las regiones conflictivas. Ocultan la verdadera razón: vetar el cumplimiento del precepto constitucional de la representación congresal por el número de habitantes.
¡Uyuyui!, ¿qué haríamos con una mayoría de cambas habla-chuto, en vez de cholitas agresivas y gritonas en el Congreso? La postergación del censo es politiquería pura, porque es más fácil “cocinar” registros falsos que aguantar chácharas cruceñas. Aparte de que es más acorde con la conservación de los pobres quirquinchos, amenazados por la extinción, templar una guitarra de cintura de madera en vez de un charango con caparazón del tatú altiplánico.
Hace mucho tiempo viajé de Chulumani a La Asunta, Por tierra por supuesto, en tiempos que se reputaba ser avanzadilla de cocaleros a quienes se cargaban, entonces, unas pocas hectáreas de la “hoja sagrada”. ¿Cuántas serán hoy en día? Sin embargo, no es ése el tema.
Al transitar por el serpenteante y polvoriento camino, en una empinada ladera observé a un campesino con un muñón en vez de su mano derecha. El “originario” había perdido la mano al pescar con dinamita. Aún más curioso, ahora el “valeroso” pescador con dinamita hacía rodar con un brazo “tuco” planchas de piedra laja desgajadas con un cincel. Le compré una para cubierta de mi escritorio, y otra pieza redonda para mesa de patio, una vez construida la casa que entonces soñaba.
Hoy pienso sobre el cocalero que perdió mano, muñeca y brazo al resistir con dinamita mezclada de otro explosivo moderno las humaredas policiales de gas lacrimógeno, o lo que fuera, por el mercado ilegal alternativo que productores tradicionales resisten en un barrio de La Paz.
Puede ser introducción inapropiada, pero los actuales disturbios entre cocaleros de áreas “tradicionales” de los Yungas y otros interesados en el negocio (quizá hijastros de coca-cocaineros chapareños) tienen como trasfondo la ampliación de la superficie cultivada de coca. Es obvio que la producción nacional supera la demanda para “usos legales y tradicionales”. No se requiere talento de Mister Bean para adivinar a dónde va el excedente. Es otro ejemplo de la politiquería aplicada al abuso sesgado y corrupto de la política boliviana.
El entramado escandaloso de Los Tiempos es otro ejemplo. No se trata sólo de un periódico abanderado de la libertad de expresión en la tercera urbe de Bolivia. También hay bienes materiales. Quizá son esos los que azuzan la ambición de oportunistas aliados a los acreedores. El emblemático edificio del periódico, la imprenta que imprime los diarios (y algún libro en este país de lectores seducidos por noticias amarillas mientras hacen lustrar sus zapatos).
La mecha que prendió el fuego fueron avasalladores —léase ladrones— de los predios de una hacienda lechera. Es más fácil cementar cuatro paredes que levantarse en la madrugada a ordeñar; así les pongan crucifijos y maleficios a los intrusos. Tanto mejor si se cuenta con el aval de un régimen abusivo. Seré depresivo, mas no auguro ninguna justicia para Los Tiempos.
Anoche veía una corrida más del culebrón estadounidense de Donald G. Trump. Pergeñé que los gringos no condenarán al exmandatario instigador de atropellos a uno de los tres poderes estatales de su país. Los “ratings” que le favorecen para la siguiente elección presidencial urgían un cambio de estrategia de sus oponentes: cargarle con todo, hurgándole, si fuera posible, hasta un improbable remiendo en un “hilo dental” de Melania. Sin embargo, sería dañino para su “sacrosanta” imagen, bastante vapuleada por cierto: asesinatos, sexo presidencial, robos chambones, mentiritas; incluso alguna guerrita por ahí. ¿Cómo empeorarla con un convicto por un crimen golpista contra su Constitución? Ergo, los platos rotos los pagarán Rudy, Steve, Mark, etc., y otros nombres manchados del entorno íntimo del demagogo.
Como diría un galo cuyo francés es mejor que el mío, que no avancé más allá de “O clair de la lune, mon ami Pierrot”: “¡Vive la politiquerie, mon cherie!”
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO