Algunos porqués del fracaso del proyecto hegemónico del MAS
Recientemente, a través de la prensa y de las redes sociales se suscitó un nuevo debate debido a las palabras del vicepresidente David Choquehuanca frente a dirigentes campesinos: “Tenemos que avanzar y para eso necesitamos prepararnos. No es necesario ir a la universidad, porque en las universidades no te van a enseñar lo que va a despertar a nuestros jóvenes, no les conviene”.
Sus palabras produjeron airosas respuestas de parte de sectores de profesionales, de la prensa y de las universidades. Por ejemplo, el Rector de la Universidad Mayor de San Andrés dijo: “lamento que en esa declaración se niegue el aporte fundamental de los profesionales bolivianos a la construcción histórica y el desarrollo del país”.
Se trata de un nuevo episodio de una historia ya larga de tensiones entre los distintos gobiernos del MAS, las universidades, las instituciones de profesionales, y que expresan, como veremos en este breve texto, la inviabilidad del proyecto hegemónico del MAS: Choquehuanca, como en el pasado los otros gobernantes del MAS, se plantea un proyecto político “por fuera” o “al margen” de la lucha por la dirección intelectual y moral en el seno de “las universidades”, pero también de las confesiones religiosas, los medios de comunicación, las escuelas, las normales, y así.
Desde Gramsci sabemos que los profesionales, los profesores de las escuelas y las universidades, los curas, los periodistas, son “los funcionarios de las superestructuras”, los intelectuales orgánicos constructores de la cultura y de la concepción del mundo dominante en el seno de un Estado y sin la crítica radical de sus concepciones del mundo, sin la lucha por la adhesión de un sector de esta intelligentsia a un proyecto contrahegemónico y la necesaria formación de intelectuales orgánicos nuevos, que sustituyan a los forjadores de la cultura del viejo orden, dicho proyecto tendrá patas cortas.
Pese a la tan sonada consigna de “hegemonía indígena-originaria campesina” durante los distintos gobiernos del MAS, es plausible afirmar que éstos no lograron traspasar el cerco de la cultura política mestiza y republicana creada en el seno de aquellas instituciones, como lo pusieron de manifiesto las movilizaciones de octubre-noviembre de 2019, vanguardizadas precisamente por estudiantes universitarios, profesionales, maestros, miembros de iglesias, es decir, por los forjadores y “consumidores” de la cultura legítima mestiza, que ponían de manifiesto la vitalidad del antiguo Estado republicano.
Otra evidencia de que en este país un proyecto verdaderamente contrahegemónico, para ser viable, debe proponerse una transformación de raíz del viejo sistema educativo.
Las palabras más recientes de Choquehuanca simplemente expresan la impotencia de los dirigentes del MAS, siquiera para plantearse seriamente dicho problema.
El Gobierno plurinacional del MAS persiste en medio de un Estado rodeado por instituciones heredadas desde la época de la república, como las escuelas, las universidades, las normales, la Policía, el Ejército, el sistema judicial, las cárceles, que son las verdaderas depositarias de la hegemonía; que para Gramsci, en sentido estricto, quería decir producción de consentimiento y dominación, o sea, producción de cultura política y coerción física.
¿En algún momento el MAS tuvo hegemonía? Quienes confunden gobierno, el régimen político o la Constitución con Estado suelen pensar que sí, que el MAS llegó a ser un “partido hegemónico”, por el gran apoyo electoral obtenido y por el apoyo a sus reformas constitucionales. Pero los que entendemos que la hegemonía en lo fundamental se refiere a la construcción del sistema coercitivo y de producción de consentimiento (órganos de represión, escuelas, universidades, medios de comunicación, iglesias), afirmamos que no. El MAS ha llegado a dirigir las instituciones gubernamentales, el Poder Legislativo, pero jamás detentó el poder del Estado. En el momento decisivo de octubre-noviembre de 2019, el viejo Estado republicano, representado por los policías y los militares, y la sociedad civil mestiza que lo seguía sosteniendo, se rebelaban contra el gobierno plurinacional del MAS. Y se cayó.
Después del ascenso del gobierno de Jeanine Áñez, todas las viejas instituciones pasaron bajo su dirección; los policías y los militares, las instituciones judiciales, los carceleros, llevaron a cabo sus órdenes; la Constitución de Estado Plurinacional devino en un texto impotente para impedir encarcelamientos, torturas, masacres; hechos que ponían de manifiesto cuán poco había cambiado el Estado desde el ascenso del MAS en 2006. Lo básicamente novedoso había sido el régimen del MAS-IPSP. Caído éste, todo volvía a ser como antes. Esta había sido la magnitud de “lo nuevo” que nació en 2006, aplastado por la fuerza actuante del pasado.
Si hoy el MAS persiste en el gobierno, no es por la fuerza de los poderes estatales, salvo el del gobierno, sino por el poder de las masas, lo que pone nuevamente en evidencia que aquí no se instauró nueva hegemonía estatal alguna.
Columnas de LORGIO ORELLANA AILLÓN