Un nuevo 19 de agosto
Cada 19 o 21 de agosto no faltan las voces que lamentan y deploran el golpe que dio el entonces coronel Banzer, junto con FSB y el MNR, para derrocar a la dictadura de Torres. Es comprensible que así sea, porque muchos bolivianos que pensaron instalar un gobierno socialista o comunista en Bolivia, lo pasaron muy mal. Un golpe militar, cuando hay resistencia, es duro. No es como el “golpe” que se ha inventado Evo Morales, cuando, antes de que se pegara un tiro, él ya estaba en el avión, enredado entre pititas.
Por centésima vez lo voy a repetir: Banzer no tumbó a un gobierno constitucional, porque Torres era mandatario de facto, como su antecesor Alfredo Ovando. Banzer no tenía por qué esperar que los zurdos instalaran una Asamblea del Pueblo a semejanza de la URSS; que nacionalizaran o estatizaran empresas; que optaran por la lucha armada en vez de acudir al voto. Que se hubieran producido atroces asesinatos selectivos y evitables fusilamientos de jóvenes guerrilleros universitarios en Teoponte.
Si el coronel Banzer no actuaba en agosto de 1971, lo hubiera hecho, inevitablemente, cualquier otro coronel o general ese mismo año o el siguiente y no sabemos si con mayor violencia. En el fondo, lo que se trató de evitar, fue que sucediera lo que estamos viviendo ahora; esta preocupante incertidumbre que provoca la corrupción, el narcotráfico, la ineficiencia, y el manifiesto propósito de llegar a convertirse en una dictadura, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, naciones a las que Estado Plurinacional admira y apoya.
Durante la dictadura de Banzer, por lo menos, no se instó al odio racial, no se fomentó el regionalismo, no se permitieron los avasallamientos de tierras ni los incendios provocados, el país no vivía agobiado y cercado por bloqueos diarios, las calles no respiraban gases lacrimógenos ni dinamitazos; existía una sola bandera y un solo escudo y había una Policía Nacional que protegía a los ciudadanos y que estaba muy lejos de su penosa situación actual.
Pero, además, no fue soberbio y pactó con sus adversarios para estabilizar la economía y la política en el país, y aunque su gobierno se hubiera extendido mucho, se abrió a la democracia, y el mismo dictador fundó un partido político y salió a competir en el llano con quienes, con alma guerrillera, se decían demócratas. Y los enfrentó exitosamente en todos los departamentos, collas y cambas, hasta que ganó la presidencia constitucional. Al final de su vida, cuando lo venció la enfermedad, supo dejar el poder como manda la Constitución, sin juegos dobles, sin los riesgos que en estas circunstancias han sido tan frecuentes.
Columnas de MANFREDO KEMPFF SUÁREZ