Cismas por aquí, cismas por allá
No me refiero a cismas que desmenuzaron la creencia en Cristo en sectas ruidosas de cristianos de “alabaré”, ortodoxos de persignarse tocando primero el hombro derecho y curas absolviendo pecados con un Padre Nuestro y tres Avemarías, amén de otros grupúsculos.
Amaneció el 14 de septiembre con el repiqueteo sinfónico de gotas primero tímidas, luego chorreando agua con restos de basura vegetal de techos sedientos. Nada de “brilla el sol de septiembre radiante”, alguien comentó. Para mis adentros, yo lamenté que mis nietitos no disfrutaran de bandas de música con bombos y tambores destemplados por la primera lluvia después de un año de amenazas secas sin nieve o aguaceros.
Mejor entro nomás en materia. Cada vez me convenzo más de rasgos similares que tienen los autoritarismos, cavilaba leyendo sobre la politiquería en Bolivia y Estados Unidos. Es que aquí y allá la egolatría prima en tiranuelos que, al mirarse en espejos o regodearse en loas arrodilladas de “chupa-tetillas” (decía el “orinoqueño”), piensan que sus días de vino y rosas (¿o era chicha en tutuma y amarros de paja brava?) serán eternos.
Es quizá un rebuscamiento asociar cismas politiqueros con desgajamientos religiosos. Sin embargo, asocio el divorcio cismático de cocaleros yungueños y cocaleros chapareños, reflejado en un prolongado conflicto en el norte de la ciudad de La Paz, porque ni unos ni otros son aferrados a niveles de producción legales de la “hoja sagrada”. Cómo, si los cocaleros de La Asunta producían hace diez años un par de hectáreas de coca y ahora quizás miles de “catos”. A su vez, hoy los cocaleros chapareños hasta invaden el Parque Nacional Isiboro-Sécure y cuidadito con el Amboró. ¿Será que los “cachete hinchado” han aumentado tanto?
De parecida manera, fíjense en Donald J. Trump. Sigue en carrera por la Casa Blanca estadounidense, pese a sus lloriqueos de fraude electoral, una Corte Suprema pesada de adláteres conservadores y una centena de fracasos judiciales de leche derramada en vano. El escandalete de sus abusos egocéntricos de llevar cajas y cajas de documentos sensibles a su ostentosa residencia en Mar-a-Lago iba un poco más allá de un par de papeles en su maletín, para “trabajar en casa” aunque rechinen los dientes de Melania por abandono marital.
La estrategia politiquera de sus oponentes parece dosificar cucharillas de té, luego cucharadas soperas, después copas largas de vitriolo, de acuerdo con su efecto electoral en el calendario de justas por venir. ¿Acaso no sabían de documentos matuteados a la ostentosa residencia en Mar-a-Lago? Ahora resulta que han revelado hasta el arsenal nuclear de algún país aspirante a potencia atómica. ¿Cuál será la “pepa” denunciada en víspera de las próximas elecciones? Apuesto que inhibirán a Trump con alguna sindicación penal por ahí, confirmando mis aseveraciones de que el gran país del norte tiene una cola de paja comandada por medios de comunicación, principalmente la tele, regidos por una propensión a preferir mandamases de corte “hollywoodense” que bajan bragas a cambio de estrellatos. A su vez, la politiquería en Bolivia reincidirá en su triste balanceo de rateros y salvadores de la patria.
No es sólo por estar en sala de espera de algún futuro vuelo al inframundo por mi edad, pero sopesando opciones y habiendo agotado las “normales” (guerras, hambrunas, pandemias etc.), cada vez me aferro a cavilaciones agoreras, algo que tal vez tiene que ver con lo endeble de la realidad terrenal a la luz de posibles eventos catastróficos (o quizá sea nomás el natural miedo a la muerte).
¡Qué más apocalíptico que las consecuencias de desastres ambientales! El deshielo de los polos, el cambio climático de ciclos de inundaciones, tsunamis, sequías y eventuales percances atómicos, todos se amontonan amenazando a nuestro hogar: el planeta Tierra y sus ilusos habitantes humanos. Mientras tanto, ¡qué pueden importar el peinado al medio de Evo y el cacho de salón de belleza de Donald!
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO