¡Aló! ¿Evo?
Un misterio inaudito e inexplicable todavía envuelve la ratería del celular del huido.
¡El robo del año! Diría un tímido director de cine, aprendiz de director en temas policíacos y cine negro.
Un intento estratégico de reivindicar la figura desgastada del mandamás, aseguraría un estratega de propaganda política especializado en izquierdas jubiladas.
Complicado de escribir un hecho tan descrestante e inconexo, susurraría un intrigante guionista.
Como quiera que sea la película, lo cierto es que el aparato en cuestión no aparece hasta la fecha y el proceso de investigación debe ser tan reservado que no se sabe un tris del asunto.
Pero dejemos el tema del “celar” y concentrémonos en asuntos varios, muy preocupantes, por cierto, para el jefe máximo del MAS.
Ciertamente, desde hace varios meses, su semblante no es el mismo. Hay una profunda preocupación y un desmedido encabronamiento por la crisis que atraviesa su otrora poderío y su voz de mando.
Entre mis humildes presupuestos que explican su aflicción están los más determinantes e influyentes que me gustaría exponer en esta columna.
Si antes eras el presidente de este país y tenías para ti solito todo un aparato estatal bajo tus órdenes, hoy eres un ciudadano común. Ciertamente tuviste el tino de clavar en el gobierno de ahora mojones territoriales o lo que en política doméstica se llama operadores políticos, para precautelar tus intereses y la posibilidad de volver a la silla. Esta estrategia te dio resultado, en principio, pero después se convirtieron en enemigos principales y en el ojo de tu tormenta.
Sin embargo y a contrapelo de lo previsto, tu desgaste como presidente de Bolivia durante 14 años y jefe vitalicio del MAS no data de hace unos meses, sino de hace varios años.
Se dio en degradé, por escalas de intensidad, dosificado, caída libre o como quieras llamarlo.
A poco de haber asumido la presidencia, no tardaste mucho en dar muestras claras de lo que se venía. En honor a la verdad, muchos dieron alma, vida y corazón para reivindicar tu gobierno como una gran alternativa social, política y cultural, a lo que significaron para el país los gobiernos que te antecedieron.
Tras 18 años de dictadura y una buena parte de nuestra historia contemporánea en la que los sectores sociales más empobrecidos estuvieron postergados, tu gobierno parecía transmitir un mismo lenguaje y un camino en común.
Jamás me tragué ese cuento, pero había que esperar estoicamente y con los ojos bien abiertos.
El degradé, o más bien la degradación, de tu proceso de cambio fue elocuente.
Siempre tuve la convicción de que un político, al margen de ser un criminal o un santo en potencia (más allá del bien y del mal), tiene que cuidar dos cosas fundamentales: el decir y el hacer. Debe tratar, en lo posible, que esta dicotomía coincida en la acción y se cumpla, no siempre, pero de vez en cuando se aconseja en política.
En tu caso, jamás cumpliste lo que prometiste. Al contrario, hiciste cosas que jamás tus huestes habrían pensado que dijeras. Parece un galimatías, ¿verdad? Pero es cierto. Veamos.
Entre los regímenes no democráticos, sostiene el sociólogo Juan Linz, algunos están basados en el poder personal con una lealtad al gobernante que no se deriva de la tradición, la ideología, la misión personal o las cualidades carismáticas, sino de una mezcla de miedo y de recompensas a los colaboradores. El gobernante ejerce el poder sin restricciones, a su propia discreción y, sobre todo, sin verse limitado por normas o compromisos con alguna ideología o sistema de valores. Las normas y pautas de una administración burocrática son constantemente subvertidas por las decisiones personales y arbitrarias del gobernante, que no se siente obligado a justificarlas en términos ideológicos.
En Bolivia, tú eras en absoluto el MAS, no tus huestes, ellos eran sólo diques de contención y muros de choque. Estaban para ser las veces de escudos y legitimar, “masivamente”, lo ilegítimo, no para debatir ni consensuar.
Si esencialmente hubiera sido el MAS como tendría que ser en términos de partido o movimiento social inclusivo y democrático, habría habido alternancia de liderazgo, crítica interna, autoevaluación sin restricciones, libre albedrío y disenso, libertad de pensamiento y libertad de conciencia.
Perdiste credibilidad, favoritismo, confianza, ética y moral. Entonces te hiciste más vulnerable. Desde esa posición, tuviste que adoptar una conducta autoritaria y evitar ceder el poder de forma voluntaria. Hubo, pues, una aproximación a un régimen híbrido, en donde las coordenadas de tu gobierno “democrático” se entrelazaron con las de uno(a) autoritario, democradura, dictablanda y casi nada de liberalismo político.
Democradura, porque desde hacía mucho tiempo tu gobierno había ingresado a un proceso de control social, una suerte de acaparamiento de las conciencias y voluntades de las que presagiaba con notable preocupación Octavo Paz: “El Estado como administrador total de conductas y de acciones”.
Convertiste al Estado en patio trasero de tu gobierno.
Dictablanda, porque pretendiste adoptar mecanismos que apaciguaran exigencias sociales y económicas justas en circunstancias en las que también coexistía una imposición monolítica.
Casi nada de liberalismo político, considerando que es una filosofía política encaminada a garantizar la libertad del individuo y el poder que reside en el pueblo como constructor de su propio destino democrático.
El triunfo del NO del 21-F fue limpio y contundente. Fue el espejo en el que tu gobierno se vio reflejado en grotescas imágenes de absurdos, anticonstitucionalidades, corrupción, mentiras, tráfico de influencias, injusticias y lío de faldas.
Subvertiste el pensamiento lógico y racional, desintegraste la institucionalidad democrática. Desordenaste los procedimientos y los acomodaste a tu autoridad. Tu figura caudillista, con tu argumento de derecho humano a gobernar el país eternamente, condenó al país al peligro de tu entronización por los siglos de los siglos, amén.
Entre el informe que presentó la OEA desvelando el fraude de 2019 y el de la CIDH, apuntándote para una investigación por el caso “Terrorismo”, perdiste los papeles por completo. A esos se suma el desmadre en tu partido. Pugna de poderes, le llamaría yo.
Entre catacoristas y evistas, la carnada es las elecciones de 2025. Aunque Catacora sigue tu libreto, lo cierto es que tiene que pensar en la reelección y los que lo apoyan son más de lo que te imaginas. Para avanzar con éxito, debe tomar distancia de tu sombra.
Tú, en cambio, sólo tienes a tu grupo de chicos malos que fueron los que te llevaron al desgaste total.
Pero en algo tienes razón cuando dijiste: “De frente me besan, me abrazan, de atrás te patean”. “Me están golpeando como a bombo de carnaval”. ¿Comprendes? El antídoto para el veneno está surgiendo del propio MAS.
Finalmente, el pasado 10 de octubre el país cumplió 40 años de vida democrática y adivina qué: no estás en la foto.
Columnas de RUDDY ORELLANA V.