Consecuencias y secuelas del fraude de Evo Morales
A cochinada negada, doble cochinada: así podría resumirse un hecho básico observado por la moral más elemental.
Las consecuencias de una doble cochinada, también, son peores que las de una cochinada primaria. Y eso lo estamos viendo y viviendo en este país. El daño no cesa.
Las consecuencias y secuelas del fraude de Evo Morales en las elecciones de 2019 no sólo que persisten, sino que siguen diseñando los desastres actuales. Al negar la cochinada del fraude, han embarcado a todo el país en la senda de la mentira o de los “hechos alternativos”, como dicen sus hermanos trumpistas. Nada bueno puede salir si los cimientos son una falsía, así como sólo desembocó en cruda infamia eso de inventar, ya también, un golpe, un golpe fantasma pero con su secuela de cárceles y persecuciones bien reales.
El único golpista aquí y como todo los estamos viendo a diario, es el propio Evo Morales, empeñado en recuperar los goces, billeteras y disfrutes del poder. Si fuera necesario tumbar a Arce, ¿alguien cree que, de poderlo, se abstendría?
O ya también pide, por supuesto, que el Estado le otorgue todos los aparatos de seguridad dignos de un jefe de Estado. Él mismo no hace más que reconfirmar su propio fraude: su permanente uso de mentiras, trucos, trampas, tretas, llevan a decirse: tenía que ser alguien así el capaz de cometer tamaña barrabasada electoral, como la que hizo con sus cómplices.
Y si el desdichado personaje ya padecía, antes incluso del fraude, del desarreglo mental de la paranoia, esa anomalía psíquica nefasta para quien detenta o persigue el poder, ahora mismo dicha dolencia está cobrando mayor severidad. Por lo visto, la impaciente mella psíquica que le están causando las consecuencias del fraude a su propio autor se torna, semana que pasa, más y más peligrosa, por mucho que a veces adquiera tintes cómicos (la “mano negra” que lo persigue, al pobre).
También la actual situación de la justicia, peor que nunca desde las dictaduras militares, es otra secuela del fraude: no están dispuestos a dejar que hayan cargos independientes en ningún nivel jurídico importante, pues de ser eso, independientes tales investiduras (como deberían ser), dejarían entonces de hablar de ningún “golpe” y hasta se reabrirían los casos amañados en que condenaron injustamente a opositores, mientras ya no podrían seguir persiguiendo jurídicamente a quien no doble la rodilla o haga denuncias incómodas.
Por razones similares, no pueden permitir que haya ningún Defensor del Pueblo independiente.
En realidad, no pueden permitir que nadie les vaya a resultar decente: lo aprendieron de una vez con el magistrado Cusi que, horror, se les plantó y trató, en vano, de hacer respetar la Constitución. Se la hicieron pagar, por supuesto.
¿Cambiar la justicia, reformarla, mejorarla? Ni locos.
Entre las muchas y nefastas consecuencias del fraude está no sólo la actual conversión del Estado en una máquina de producir mentiras sino el de acostumbrar a una población moralmente adormilada a que se cometan delitos con impunidad, mientras se esmeran en hacerlos desaparecer por arte de magia comunicacional, repitiendo cantaletas y los mismos clichés de siempre. Único lenguaje que conocen: el de los clichés manidos. La derecha. Patria o muerte. El comandante. De ahí no pasan, desde hace décadas.
Y Arce, a todo esto, no abandona la arraigada tradición de los elefantes blancos, en los que tanto se especializó su exjefe: él sigue fiel al desembolso en multimillonarios despropósitos. Ahí está otra megaplanta que se sacó de la chistera y con la que pretende, a costos exorbitantes y sospechosos, realizar la transmutación de gigantescos monocultivos en gas. Todo envuelto en dudas y alarmas ecológicas.
La misma desconfianza que se tiene ante esos delirios industriales es la que suscita la futura “Gestora”, que nadie ve por qué habría de tener la eficiencia y transparencia que absolutamente ningún otro emprendimiento estatal tiene. ¿Quién ya se la cree?
Mientras Bolivia siga bajo la sombra del fraude, que determinó todo el hacer y el decir de este Gobierno, nada bueno podrá salir.
Para vivir aquí, hay que tener los cinturones permanentemente abrochados. Las turbulencias no paran.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.