El sistema FIFA
Catar es un país pequeño, pero rico en gas y petróleo. Obtuvo su independencia de Reino Unido en 1971 y despertó a la realidad cuando Irak invadió Kuwait a fines del siglo XX. Desde entonces, Catar es una máquina de relaciones públicas. Busca desesperado consolidar su existencia con la mayor cantidad de alianzas en el mundo.
La monarquía catarí tiembla ante la posibilidad de que un día su país amanezca engullido por Arabia Saudita o Irán. Para “hacerse querer”, gasta y gasta sin escrúpulos. Catar estuvo presente desde el inicio de la larga gestión de Blatter en la FIFA.
El suizo compró votos con los petrodólares y estuvo interesado en llevar un Mundial al Medio Oriente. En 2010, la FIFA se reveló como institución corrupta. Se probó que al menos ocho votos en favor que Catar eran digitados por sobornos de entre 1 millón y 1,5 millones de dólares.
Los nombres de los corruptos están claros. La justicia estadounidense detectó tres: los votos de Julio Grondona (Argentina), Nicolás Leoz (Paraguay) y Ricardo Texeira (Brasil). A ellos se suman tres africanos descubiertos por el Sunday Times: Issa Hayatou de Camerún, Jacques Anouma (Costa de Marfil) y Amos Adamu (Nigeria). La propia FIFA tuvo que suspender a Reynald Temarii de Oceanía, descubierto ofreciendo su voto al mejor postor.
Pese a estas impugnaciones probadas, el Mundial se hizo donde ahora se está haciendo. El sistema FIFA nació con Havelange, pero fue perfeccionado con Blatter, su sucesor. El brasileño dijo una vez al suizo que juntos habían creado a “un monstruo”. En los hechos, una máquina de fortunas rápidas. Los 24 hombres que deciden qué país será anfitrión deberían quedar bajo total vigilancia. La otra alternativa es que no sean ellos los electores.
Columnas de LA H PARLANTE