De fútbol y derechos sexuales
Quienes siguen esta columna saben de mi poca afinidad con el deporte, en general, y con el fútbol, en particular; lo he declarado más de una vez: que una vez cada cuatro años me siento como un extraterrestre en mi propio planeta.
Sin embargo, no soy tan obtuso como para no entender y sopesar el enorme valor simbólico que tiene ese deporte y también sus bondades, y hasta sus sutilezas.
Haber sustituido las luchas ancestrales por un juego que consiste en patear un balón y en el cual, por lo demás, los contrincantes no se deben tocar es de un refinamiento excepcional: compare usted eso con un tinku de los que tenemos en el norte de Potosí.
Por lo demás, es fascinante que un importante porcentaje de la humanidad realmente se emocione y se identifique no sólo con ese deporte, sino con la idea de una competencia mundial. Es por eso mismo que se trata de un escenario privilegiadísimo. Debido a eso es que el gesto vertido por la selección alemana es tan importante y tan válido.
La elección de Catar como sede de un Mundial de fútbol ha estado pringada por una serie de irregularidades que han mostrado la parte más hedionda de la FIFA, pero a eso se ha sumado otro tipo de consideraciones que tiene que ver con el rechazo que se puede tener hacia un gobierno autoritario como lo es el de ese rincón árabe.
Donde hace mayor crisis el divorcio entre ese mundo tan fiel a normas sociales de hace más de mil años es en el tema de la libertad sexual. El cambio de paradigma es la revolución más importante que ha vivido la sociedad occidental (no sólo) en el último siglo y está sacudiendo los cimientos de la matriz civilizatoria de Occidente, vale decir, el cristianismo.
Las normas morales cristianas, eran bastante similares a las musulmanas, debido precisamente a que tienen una misma raíz, pero en los últimos setenta años, paso a paso, han ido desmontándose todas las restricciones absurdas y coercitivas que atentaban contra la felicidad y la plenitud de las personas.
El gesto de la selección alemana ha sido una protesta contra la libertad de expresión, condición sine qua non para mantener un statu quo con respecto a la libertad sexual de las personas. Libertad que está denegada en algunos países del mundo árabe al extremo que incluye castigos de cárcel, de flagelación, de mutilación y, eventualmente, de muerte.
Lo que me ha impresionado de la acción de la selección alemana ha sido su elegancia, su contundente discreción. No han hecho alarde, no han actuado a lo “Mujeres Creando”, no se han disfrazado de nada, simplemente se han tapado la boca para una fotografía.
Que lo hubiera hecho un equipo alemán tiene además una doble simbología y una lógica importante. Mas allá de los horrores del nazismo que llevó a hombres homosexuales a campos de concentración, y de la norma 179 de tiempos de Bismarck, que daba cárcel de hasta 10 años a hombres homosexuales pescados infraganti, fue en Alemania donde se desarrolló por primera vez, y mucho antes que en las calles de Nueva York, un movimiento que pretendía legalizar el comportamiento sexual de los hombres que gustaban de hombres. Este movimiento no comenzó en los años treinta del pasado siglo, sino en la segunda mitad del siglo XIX.
Por el otro lado, el futbol ha sido un bastión homofóbico hasta hace muy poco: hace una década era impensable un jugador abiertamente gay en las ligas mayores de ese deporte. Es por eso que inspira doble simpatía el gesto de marras.
Por lo demás, esta acción no sólo ha dado que hablar en Catar y ha dejado un granito de arena a favor de la libertad sexual en esas latitudes, sino que seguro ha consolidado a este lado del mundo un poco más de respeto a las opciones sexuales de las personas.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ