Más allá del arbolito y los regalos de Navidad…
Mucho se habla de la Navidad, pero poco se sabe de ella. Muchos ponen atención en las formas, no así en el fondo. ¿Cuánto sabe usted de la Navidad? EntreCristianos.com publicó hace unos años, en Gran Bretaña, que apenas “una de cada ocho personas conocía la verdadera historia de la Navidad” y explicó que, según una investigación del Instituto Teológico Theos, tan sólo 12 de cada 100 personas adultas en ese país conocía bien la historia del origen de la Navidad.
Según la encuesta realizada por Theos a 1.000 adultos británicos sobre los detalles bíblicos del nacimiento de Cristo, 730 personas tenían cierto conocimiento de los relatos, como la aparición de un ángel a María o que Jesús nació en Belén; apenas 430 sabían que Juan el Bautista era primo de Jesús y sólo 220 que Jesús, José y María huyeron a Egipto para escapar de la masacre decretada por Herodes.
Paul Woolley, director de Theos, dijo: “Los resultados muestran que la Navidad es más bien algo muy arraigado por la cultura. Pero cuando escarbamos un poco y se trata de profundizar en el conocimiento nos damos cuenta de que ese arraigo en realidad es muy débil”. Tristemente, esto es asimilable a todos los países.
La encuesta reveló que los más jóvenes (18 a 24 años) sabían muy poco del nacimiento de Cristo; sólo el 7% respondió bien a todas las preguntas mostrando su pobre instrucción sobre la materia. Los adultos de 55 a 64 años fueron los que mejor contestaron, aunque menos del 20% respondió bien todo el cuestionario.
Pero ¿qué de los “cristianos”? ¡Sorpresa! Pese a ir a iglesias y conocer mejor la historia del nacimiento de Cristo, sólo el 36% respondió bien a todas las preguntas.
Ahora… ¿cuánto sabemos de la Navidad, aparte de que es el motivo perfecto para reunirse en familia, intercambiar regalos, comer y beber en abundancia, pasar buenos momentos, reconciliar diferencias y hasta para que quienes absolutamente nada tienen que ver con Dios pongan cara de circunstancia y participen de los festejos que se celebran?
El origen de la Navidad tiene que ver con una mezcla de tradición y paganismo, con elementos cristianos y romanos asociados a la adoración del sol; y si bien el 25 de diciembre no coincide cronológicamente con el día en que nació Jesús de Nazaret, es sin duda “el” referente histórico a nivel mundial.
Paulo Arieu sostiene que “era evidente que en diciembre y enero se daban (en Israel) —y se dan- las temperaturas más bajas (hasta bajo cero) y las precipitaciones más altas (hasta 187 milímetros), de tal manera que resultaba imposible que los pastores durmieran a cielo descubierto mientras cuidaban el ganado, según escribió San Lucas”. Y añade: “El papa Julio I dictaminó que Jesús había nacido el 25 de diciembre, y punto. No era una fecha escogida al azar pues —como nos indica Desmond Morris en Tradiciones de Navidad— coincidía con las festividades que se realizaban en muchos de los desplazamientos de peregrinos durante el solsticio de invierno: las ceremonias vikingas en honor de Odín, las Saturnalias romanas, el nacimiento del dios Indoiraní Mithra, etc. De ahí que el nacimiento de Jesús el Cristo haya sido fácilmente asimilado al retorno del sol, al regreso de la luz”.
Por tanto, si bien el 25 de diciembre no es la fecha de su nacimiento, el que haya llegado a ser una referencia a nivel global no es de extrañar: que el niño Jesús haya partido en dos la historia tenía necesariamente que ver con Dios: Antes de Cristo (a. C.) y Después de Cristo (d. C.) evoca el cumplimiento de la profética venida del Mesías al mundo, como efectivamente ocurrió.
Ahora… ¿cuántos de quienes celebran la Navidad lo hacen sólo por tradición, costumbre u obligación? ¿Cuántos entienden lo que debiera ser su significado? ¿Cuántos saben que la vida más allá de la muerte —en gloria o condenación— tiene que ver con el personaje central de este hecho? ¿Lo sabe usted?
Muchos se esmeran en armar arbolitos de Navidad y centran su atención en Papá Noel o Santa Claus, hacen representaciones físicas del nacimiento de Jesús, pero pasan por alto lo más importante: su vida, muerte y resurrección.
Millones de seres humanos han nacido y muerto hasta hoy, muchos fueron buenos, pero ser bueno no basta para ser salvo por la eternidad. La persona a quien se recuerda en Navidad vino a morir crucificado por nosotros, porque de otra manera estaríamos eternamente perdidos, de no mediar el sacrificio perfecto de quien nació, vivió y murió sin pecado, pero además, y esto es lo principal, resucitó para no morir nunca más: su nombre es Jesús, el Hijo de Dios…
Si usted aún no lo hizo, bueno sería que en esta época de recogimiento espiritual invite a Jesucristo a entrar en su vida. ¿Cómo? Haciendo esta oración en voz alta —con fe— desde lo más profundo de su corazón:
“Señor Jesús, te pido perdón por todos mis pecados y por toda mi vida pasada; te acepto como mi salvador y quiero seguirte como mi Señor; escribe mi nombre en el Libro de la Vida y séllame con tu Espíritu Santo para el día de la redención… ¡Amén!”.
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ ÁLVAREZ