El eterno presente
Tomé prestado el título de este artículo de una reciente entrevista al analista argentino Jorge Castro, quien, citando a Carl Schmidt, afirma que “en la política no hay pasado ni futuro, sólo un eterno presente”. Siempre he pensado que Bolivia tiene mucho que observar del proceso político y económico y argentino, pues la combinación de populismo y estatismo que nos gobierna desde hace décadas siempre ha encontrado en el peronismo, primero, y en el kirchnerismo, después, una de sus principales fuentes de inspiración.
Si bien es cierto que gracias a que la izquierda aprendió que la hiperinflación de la UDP los dejó 20 años fuera del poder, prácticamente todos los otros aspectos del modelo político aplicado en Bolivia son una combinación del modelo chavista con el kirchnerista. Incluso en lo económico, si sacamos el tema de la inflación, el modelo de políticas intervencionistas en los precios internos, los cupos de exportación y la utilización de las regulaciones administrativas como medidas de represalia política sobre los sectores económicos percibidos como opositores, en nuestro caso, a Santa Cruz y sus sectores productivos, son un reflejo de las medidas económicas de las gestiones de Néstor y de Cristina Kirchner. Obviamente, los resultados han sido similares, ambos países hemos perdido una enorme oportunidad de desarrollo durante el llamado superciclo de las materias primas, entre el 2006 y el 2014.
Volvamos al análisis de Jorge Castro, quien analiza los orígenes de la crisis argentina, con algunas reflexiones que pueden ser muy útiles para entender las perspectivas propias del proceso político, económico y social boliviano. Castro afirma que la crisis de su país se origina en una crisis del sistema político que abarca tanto al gobierno como a la oposición. Mientras la coalición de gobierno está en descomposición, por la desaparición de Cristina Kirchner como elemento ordenador y de centralidad política del peronismo y el vaciamiento extremo de la autoridad presidencial durante la gestión de Alberto Fernández.
Así también, para Jorge Castro la oposición argentina tiene un problema fundamental por lo que él denomina un “sesgo de ingenuidad”, basando todo su accionar en la idea de que lo más importante es mantener la unidad de la coalición opositora y no entender que lo fundamental del proceso político es la aparición de un liderazgo con una visión determinada sobre cuál es el horizonte hacia el cual hay que llevar al país y conducir a la nación.
En mi opinión, hay muchas similitudes con el caso boliviano. Al igual que en Argentina, también tenemos una coalición de gobierno que se encuentra en una especie de guerra civil, en cierto sentido más cruenta y profunda que la del país vecino, debido a que las acusaciones que intercambian sus principales exponentes ya alcanzan a temas como corrupción y narcotráfico, sobrepasando desde la lucha interna la labor del desgaste gubernamental que le tocaría realizar a la oposición política.
Por su parte, al igual que lo que pasa en la Argentina, no existe un proyecto país que ofrezca la ilusión de una alternativa para el futuro del país desde todo el amplio espectro ciudadano y político que piensa distinto al MAS. Aún no se consigue construir una organización con estructura y presencia nacional que aglutine a quienes están a la derecha del Movimiento al Socialismo (la útil y exitosa definición con la que construyeron el PP en España como alternativa al Partido Socialista liderado por Felipe González), la presión por el “voto útil” destruye cualquier posibilidad de un proyecto de largo plazo con capacidad de victoria y gobernabilidad posterior y la apuesta de los principales referentes partidarios a reaparecer unos meses antes de la elección nacional para reclamar la representación opositora, elegir una bancada para gravitar en el escenario político y protegerse frente a posibles juicios futuros, vuelven inviable un proyecto alternativo al actual oficialismo.
Estamos terminando el año 2022 y vale la pena preguntarnos entonces cómo evolucionará el “eterno presente” boliviano. Por ahora dependerá principalmente de la evolución de la interna oficialista y hasta dónde el presidente Arce consiga mantener la situación económica en la cual se basa su credibilidad y gobernabilidad. No es casualidad que su “nuevo principal opositor” haya comenzado a criticar su gestión económica.
Columnas de ÓSCAR ORTIZ ANTELO