Vamos Cochabamba
La urgencia de mejorar las condiciones urbanísticas de Cochabamba constituye un desafío latente para revertir las actuales condiciones de organización del territorio. Regenerar las condiciones de habitabilidad es una obligación de las autoridades que planifican el desarrollo urbano, así como un derecho social reconocido legalmente por la normativa nacional.
Su condición de ciudad media e intermedia no le otorga a Cochabamba atributos para estar entre los principales centros políticos y económicos del país. Contiene sólo al 7,13 % de la población nacional. A su vez, el departamento de Cochabamba representa el 17,63 % de la población nacional. Los siete municipios de la Región Metropolitana con 1,451,453 habitantes constituyen el 12,09 % de la población boliviana (Proyección INE, 2022), y genera el 14,52 % del PIB (INE, 2012), muy por debajo de Santa Cruz, La Paz y El Alto.
La ciudad lamentablemente no oferta condiciones urbanísticas acordes con el desarrollo global, ni tampoco como respuesta efectiva a las verdaderas necesidades ciudadanas locales. Entre sus principales debilidades se encuentran la ausencia de un ordenamiento espacial adecuado, oportuno, ecuánime y participativo.
La polarización social producto de la ocupación del suelo, visible desde siempre, se incrementó a partir de los impactos de la pandemia, revelando con mayor fuerza la crisis económica presente y las diferencias en términos de calidad de vida urbana.
La ejecución arbitraria del “obrismo” desarrollado al calor político sólo responde a la búsqueda propagandística para conquistar el prorroguismo y no a las demandas efectivas de mejoramiento social. De ahí que su subdesarrollo es evidente, y peligrosamente creciente, muchas veces por ausencia de voluntad política, y otras, por descoordinación ciudadana, que sumados a la poca adecuación del avance tecnológico y otras aplicaciones de conocimiento global ralentizan los procesos estructurales de ordenamiento, impidiendo una verdadera renovación, regeneración o rehabilitación de la ciudad.
La implementación de proyectos nacionales y también locales, como ejecuciones aisladas -técnica, política, y territorialmente-, revelan su desintegralidad, reproducen recurrentemente las incongruencias, manifiestan la desconexión urbana y sólo reflejan las iluminadas visiones con iniciativas personales poco reconocidas por la ciudadanía, carentes de identidad sociocultural y un resignado sometimiento a la dictadura de gestión.
La insatisfecha expectativa de sus residentes refleja la eclipsada identificación con la ciudad. El legado cultural no es suficiente para conectar con el territorio. La demanda de solución de problemas de diversa relevancia no responde al beneficio colectivo; la individualidad y la sectorialidad expresan su fortaleza al momento de negociar delectaciones coludidas con grupos de intereses que desconocen la otredad, parcializándose con los logros de una administración en función de un bienestar fragmentario. Como respuesta, se distingue la alta disgregación al momento de pensar en la articulación apropiada de la ciudad.
La complejidad determinada por la ausencia de multigobernanza se acrecienta más aun cuando se invisibiliza una competencia metropolitana en los procesos de planificación urbana. La forma de dirigir el desarrollo sistémico y armónico de la ciudad proporcionando todos los atributos urbanísticos debe garantizar la complacencia y prosperidad de todos los pobladores, con distribución equitativa en los sectores espaciales de la ciudad.
Consiguientemente, es urgente establecer acciones estratégicas eficaces y factibles de ser ejecutadas, con base en el compromiso conjunto de todos los agentes sociales; institucionales, púbicos y privados, y la sociedad civil en general. Proyectos estratégicos pueden reflejar la concordancia que mantengan la aquiescencia ciudadana, no sólo como una entelequia en la perspectiva de mantener esperanzas para una reforma, sino también como medio de fortalecimiento de la identidad y mejora de la calidad de vida a partir de los procesos de planificación urbana.
Cochabamba es un centro urbano que cuenta con todas las condiciones y recursos técnicos, humanos y económicos para establecer un proceso revulsivo que permita el mejoramiento de las condiciones urbanísticas y el confort de la ciudad.
Un modelo de trabajo con políticas de desarrollo urbano y sustentabilidad en la estructura física y funcional de la ciudad fortalece los objetivos de una renovada gestión institucional encaminada no sólo a desarrollar “proyectos estrella”, sino a facilitar el mejoramiento de las condiciones de habitabilidad urbana de sus moradores con propuestas que entiendan las necesidades reales socioambientales, y atiendan principalmente el reto de integrar las demandas de una sociedad dinámica con las ofertas de programas públicos y desarrolladores privados. De esta manera se obtiene un cambio de paradigma, una modificación de los patrones de cohesión social y modos de cohabitar la ciudad consolidada, rehabilitando y reutilizando vacíos urbanos, utilizando eficientemente el espacio público y optimizando los recursos de sus habitantes.
Columnas de MARKO QUIROGA BERAZAÍN