Prepara a tus hijos para la guerra
Me sorprendió sobremanera volver a escuchar esta oración que, más que una recomendación digna de ser tomada en cuenta, me parece un insulto a la capacidad humana de educar y formar para la paz que debe ser el propósito de salvaguardar la vida que todos debemos asumir y practicar. Es verdad que desde los “cultos” romanos también nos traen a la memoria consignas como la presente en el tratado de Vegencio y, más precisamente, en el prefacio del libro III de su obra Epitoma rei militaris: “Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” (“Así pues, quien desee la paz, que prepare la guerra”). Lo cual parecería una gran lección de vida, conociendo las conductas de un ser humano, dizque pragmático, que escoge la confrontación de opuestos (que siempre termina con “un dominante y un dominado”) y está poco dispuesto a abrazar ideales de convivencia pacífica basada en el encuentro con el otro, la cooperación, la construcción y realización de propósitos comunes.
No es la primera vez que algunos padres me transmiten esa idea que ellos mismos justifican con una visión pesimista de la vida, que se fundamenta en la falta de confianza en la posibilidad de que el ser humano debe ser diferente y puede cambiar su forma de actuar al buscar solucionar los conflictos a la raíz, preeligiendo y abrazando los puntos de encuentro que acercan las soluciones y no las alejan. Pareciera una visión idílica (o, por lo menos, ideal) de la vida, algo poco real e insostenible. Más en los tiempos que corren donde los conflictos están al orden del día y aparecen de tres en tres.
Pero como supuestamente se debe “preparar para la guerra” adoptando toda una serie de actividades y esfuerzos para lograrlo, también podemos cambiar de tendencia y esforzarnos para construir la paz, eligiendo otros caminos posibles. Al respecto, también conocemos la aseveración de que “no hay paz sin justicia” y lo que me parece más puntual, porque comprende una acción clara y la posibilidad de intervenir en nuestras actitudes y conductas, “si quieres la paz, trabaja por la justicia”. Una visión distinta de la vida que, en este momento, rescato de la doctrina social de la Iglesia católica (aunque pueden ser pautas institucionales de otras religiones) de empeñarse por una sociedad más justa, inclusiva e solidaria.
Para ser justos, es importante reconocer el conjunto de injusticias que impera en el mundo y en la sociedad en la que vivimos. Somos injustos con los semejantes por las desigualdades que mantenemos con respecto a las condiciones de vida de las poblaciones en la Tierra (el 1% de la población más rica sigue acumulando el 63% de la riqueza producida en el mundo desde 2020). Pero también dentro de cada país y con mayor evidencia en aquellos más vulnerables.
Somos injustos con las mujeres que sufren a millones por injusticias en todos los ámbitos si estamos al tanto del trato que les damos (los datos de la violencia contra las mujeres son espeluznantes y alrededor de 2.400 millones en edad de trabajar no tienen igualdad de oportunidades económicas).
Somos injustos con la Madre Tierra que nos alimenta y nos da todo, cuando sabemos de su incapacidad de recuperarse de las heridas que le ocasionamos (si en poco más de 200 días ya hemos terminado con el capital natural disponible para los 365 días del año).
Somos injustos en el destino de gastos para construir una cultura de la paz cuando tenemos clara la información que la inversión militar mundial superó los 2 billones de dólares en 2021.
Hoy en día no podemos argumentar “desconocimiento” porque la información corre por todos los rincones del planeta. No podemos dejar de tomar en cuenta la evidencia de ciertos datos. Y si hay injusticias, hay que resolverlas, cambiando el rumbo de nuestras acciones y privilegiando el “prepararnos” en una cultura de paz. Quizás, empezando a creer que ése es el camino. Y si lo creemos, afirmarlo con nuestras acciones, ofreciendo a nuestros hijos oportunidades educativas y formativas en ese sentido. Y para ofrecerlas, estar dispuestos a trabajar como ciudadanos en la colectividad para crearlas.
Definitivamente, una forma de atacar las estructuras negativas de nuestras sociedades humanas, cambiar de paradigmas y adoptar nuevas mentalidades.
Columnas de SILVANO P. BIONDI FRANGI