Un mundo de esferas de influencia
Ahora que estoy viejo y me siento antiguo, lamento haber omitido las notitas en que registraba las frases e ideas que me visitaban durante algún sueño profundo. Hace un par de veladas desveladas tuve las primeras de la presente y por flojo me arrebujé en las cobijas, dejando que me visite el pariente alemán y me las arrebate. Hoy no recuerdo ni tema ni frases.
¿Será que trataba de la guerra de Putin y sus anexiones de Crimea y otros territorios ucranianos? ¿Qué tal si encaraba las prioridades europeas, en medio de una bella que cedió a la tentación del dinero fácil y provocó el alud de corrupción que afecta a la Unión Europea (UE)? ¿Sopesaré los delitos de Biden y Trump llevando a casa documentos sensibles (con razón los rusos ganan la guerra soterrada del espionaje…)? ¿Cuántos resbalones ucranianos aguantará Rusia antes de pulsar el botón nuclear, inicialmente bombitas “tácticas”, para despanzurrar tanques alemanes? ¿Habrá tigres, elefantes y tiburones en el postrer lugar que ocupa en la prioridad de países ricos la emergencia medioambiental planetaria? No me gusta la telenovela de la política boliviana, pero ¿dejarán libre a Camacho y a Áñez a tiempo para dirigir sus comparsas en Santa Cruz y Trinidad?
Confuso y rebuscado que soy, si mal no recuerdo anteayer era el Día de la Forestación y ayer el Día del Medio ambiente, o algo así. Opté por encarar otro comodín que roza temas anteriores y el lugar de la América Latina en el mundo actual. Me faltaban rellenos y busqué en un sitio de noticias. Conté tres. Sin embargo, habían sido juegos de computadora. El primero trataba de si América Latina giraría hacia Europa; el segundo si optarían por orbitar a Estados Unidos, de moda ahora que poco a poco son más los latinoamericanos que aguantan dormir en las aceras y esperar la caridad gringa. No recuerdo el tercer juego, pero me late que los migrantes querían irse a Marte.
¡Qué vergüenza! Insisto en que la raíz del problema es un prejuicio racial. Son resabios de una guerra civil estadounidense que recién retiró las tropas victoriosas una docena de años después de Appomatox les reemplazó con negros libertos “asesorados” por blancos racistas. Los europeos prefieren “blancos” medio orientales y africanos aunque sean negros; los estadounidenses toleran más a “latinos”, mejor si cambian su apellido para darle un toquecillo anglosajón.
Vaticino que ambos, europeos y estadounidenses, gastarán sus morlacos en armas para Ucrania, pero relegarán promesas vacías como las electorales, en vez de alharacas de ayudar a los países pobres. Quedarán para el baúl de buenas intenciones eso de salvar al mundo aligerando su ignorancia e invertebración, porque más rinden los intereses y el capital de vender armas para sus insurgentes y sobornar mandamases corruptos que luego invertirán en “condos” de “Mayami”.
Porque, ¿qué es la América Latina? Es un conglomerado de un trío de imperios en ciernes hasta que llegaron los peninsulares; tribus aisladas en la inmensidad de selvas y desiertos; pieles rojas que enfrentaron fusiles con flechas; y la más efectiva forma de matar: las epidemias europeas.
Luego se impuso la realpolitik del país más fuerte sobre el más débil. Estados Unidos a pesar de Tordesillas se permitió que Brasil comiese la mayor parte de la selva sudamericana; creció a costa de México y de europeos guerreros sin plata; vapuleó a la vieja España y heredó sus colonias; robó Panamá a Colombia para su canal bioceánico. Las sobras fueron para potencias coloniales europeas, alianzas convenientes o países que compraron barcos blindados ingleses.
Hoy parece que América Latina no existe. Aparte de las abismales diferencias entre ellos, el capo di tutti capi es Estados Unidos. África es de antiguos amos coloniales. Después de Vietnam y de Afganistán, no se metan con Asia que irá a las órbitas china o rusa (o de los países árabes ricos). La Europa Unida es aún un sueño.
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO